
Este es un post sobre narcisismo, aunque quizá no lo parezca. Pero a veces, te lo dan hecho.
Las recientes declaraciones de un capitoste de la iglesia católica belga sobre cómo el SIDA es una forma de justicia contra los que violan las leyes católicas del amor me han hecho pensar sobre el tema de cómo el narcisismo de nuestra sociedad se manifiesta en casos como el de este hombre. Mientras él denuncia los crímenes contra el amor, la iglesia belga ha recibido más de 500 denuncias por pederastia recientemente.
O el de Díaz-Ferrán, empresario incompetente (y que no paga salarios) y líder de la CEOE, que ahora dice que la solución a la crisis es trabajar más y ganar menos, a pesar de que su trayectoria empresarial muestra que es incompetente para cualquier clase de análisis sobre economía o gestión empresarial. Por qué alguien habría de hacerle caso en nada es un misterio.
O el de Mario Conde, que impartiendo cursos en la Universidad de la Mística (no es broma), dijo que esto más que una crisis económica, es una crisis de valores. No olvidemos que es un delincuente convicto, un chorizo probado, y que nos está hablando de valores. Él. De valores. Quizá deberíamos pasarlo por alto, porque daba una conferencia en un lugar llamado Universidad de la Mística.
Por supuesto, todos nos hemos indignado mucho y hemos manifestado nuestro malestar regurgitando contenido ya escrito por otras personas, y dándole a «Me gusta» en Facebook, o RT en Twitter, y soltando los lugares comunes sobre el tema. Yo también lo he hecho. Me imagino que los católicos y defensores de la secta habrán hecho lo propio, pero eso no lo sé porque nadie lee las opiniones del otro bando si no es para la sátira. ¡Gracias, sesgo de confirmación!
Evidentemente, el 90% de los que nos hemos manifestado enérgica (y virtualmente) contra las declaraciones de este personaje no haremos nada real cuando el Papa llegue en un mes a Santiago, para sus rituales por el Xacobeo. O cuando venga el año que viene a Madrid*, donde el Opus está logrando que no se imparta educación sexual, para dar ellos sus programas de defensa de la familia frente a las hordas de ateos que obligamos a la gente a ser adúltera, divorciada y gay. Pero no se trata de hacer algo, se trata de que te vean. Más en unos párrafos.
Al hilo de las declaraciones del cura, escribí este posible mensaje a un teólogo en una lista de correo sobre pensamiento escéptico en la que estoy (levemente editado por mejor legibilidad):
«O sea, que eres teólogo. O sea, que dedicas tu vida al estudio de algo que, por la definición que tú mismo haces, no puede ser conocido por la mente humana. Con que todo lo que digas a ese respecto es, por defecto, fallido, incompleto, o directamente una gilipollez.
Las bases para esta definición de Dios que manejas son que otra gente (con pronunciados intereses materiales en la cuestión) te ha dicho que eso es así, y que lo has leído en una serie de libros muy viejos, escritos por un puñado de gente diferente, en épocas diferentes, traducidos una y otra vez con errores ya conocidos. Todo ello sin la menor verificación de nada, y plagados de errores demostrados (como que los judíos eran esclavos en Egipto), de profecías escritas siglos después de los hechos que profetizan, y cuyos autores, en ocasiones, dictaminan sobre la presunta (y recordemos, incognoscible) voluntad divina sobre temas como la vida sexual, en los que se supone que no deberían tener experiencia alguna ni conocimiento significativo.
Por último, como parte de las normas de tu «disciplina» de conocimiento, está el que creer en algo sin reflexionar sobre ello y sin buscar la menor evidencia es una virtud (fe), con lo que podemos deducir que tu capacidad de juicio moral es inexistente. Si tu Dios te ordenara cometer actos inenarrables los cometerías sin problema, siendo como son la voluntad divina. Vuestro cuento sobre Abraham es muy ilustrativo sobre vuestra capacidad de moral. Y de hecho, a lo largo de la historia, cosas inenarrables se han justificado como esa voluntad divina que, en primer lugar, no podíais conocer. Así mismo, muestras que no eres capaz de distinguir a una opinión cualificada de una sin cualificar, y que en vuestra disciplina de «conocimiento» todo vale, puesto que nada es falsable.
Entenderás que nadie con una mínima capacidad de razonamiento pueda tomar en serio lo que haces, ni las conclusiones que se desprenden de tu trabajo, porque de ello podría desprenderse cualquier conclusión. Lo que habéis hecho por miles de años no vale lo que una simple y básica demostración matemática.
Y el problema del mal seguís sin resolverlo»
¿Qué tiene que ver esto con el narcisismo del que tanto he hablado en este blog en los últimos tiempos? Todo. Tanto la primera parte como la segunda.
Algunas de estas cosas son más viejas que el polvo. Que la conducta de la jerarquía católica no se corresponde con su mensaje y doctrina es un hecho ancestral. Corruptos hablando de moral los ha habido siempre. Muchos incompetentes tienen soluciones fantásticas a los problemas, como talar los árboles de un bosque para evitar incendios forestales. Nada de esto es nuevo.
Lo que para mi modo de ver marca la diferencia es el hecho de que la sociedad acepta, de modo incuestionable, que estas opiniones son relevantes porque las dice quien las dice, independientemente de sus cualificaciones, experiencia, o acciones pasadas. La identidad de quien lo dice es lo único que cuenta.
No estoy argumentando que estas personas no tengan derecho a decir lo que deseen, por estúpido que sea. Si ese cura cree que el SIDA es justicia divina, debe poder decirlo (igual que los demás debemos tener derecho a burlarnos). Expresar desacuerdo o burla frente a una idea no es lo mismo que censurarlo, algo que es bueno recordar.
Estoy argumentando que hay algo profundamente jodido cuando lo único que nos importa es la plaquita con el nombre de quien lo dice, y no cuestionamos si esta persona está o no cualificada. ¿Y qué es eso que está jodido? Una creciente cultura de la identidad sobre la realidad, del estilo sobre la sustancia, de la que todos participamos porque todos queremos beneficiarnos de las reglas del juego, y al peo las consecuencias.
Hemos sustituido la acción real (manifestarnos, movernos socialmente, tomar acciones y medidas) por la manifestación virtual, en entornos donde sólo nos ven los afines, y donde podemos reforzar esa identidad sin miedo a que nos descubran. Hemos sustituido el denunciar ante un juez lo que pasa en nuestro entorno por limitarnos a mostrar nuestro apoyo a las causas que refuerzan nuestra identidad, sin tomar acción real. En la era donde tenemos más recursos para saber y actuar, menos hacemos salvo que eso nos permita mostrarnos ante el mundo como queremos. Y toleramos y seguimos el juego de otros porque esperamos que, cuando nos toque, nos permitan jugar a nosotros.
Esta «encuesta» determinó que si Belén Esteban se presentara a las elecciones obtendría 5 escaños en la cámara baja. Mucha gente se ha escandalizado oportunamente, y han fallado en ver la cuestión clave por un kilómetro.
Esa encuesta es un timo, es una muestra de 3200 personas sobre 45 millones de habitantes, y es la clase de encuesta donde probablemente muchos contestarían que sí que la votarían sólo por hacer la broma. El resultado de esta encuesta es irrelevante: la clave es que Telecinco considerara que había que encargarle a Sigma Dos hacer una encuesta sobre las posibilidades que una inútil cuya fama viene de haber sido montada por un torero tendría de obtener un escaño. El que esa encuesta haya sido pensada, aprobada y llevada a cabo es lo que nos debe hacer pensar.
Hace un par de años, mi amiga Deirdre estaba en una cena con nosotros, en una reunión de Mensa. Uno de los asistentes se puso muy enfermo, debido a una serie de condiciones médicas que ya tenía y no vienen al caso. Los servicios de emergencia se lo llevaron, y una de las asistentes empezó a decir que estaba muy preocupada, porque a ver si no iban a saber diagnosticar lo que tenía, y que ella tendría que haber ido con la ambulancia. Deirdre (ingenua) trató de calmarla porque, coño, Deirdre es enfermera. Ella sabe. Tiene los conocimientos necesarios para poder afirmar que probablemente los doctores tendrán capacidad de diagnosticar. Ella ha trabajado con pacientes. La otra persona no.
Tras un breve intercambio, la persona preocupada le espetó a Deirdre que si lo único que podía dar era una opinión cualificada, que no iba a ninguna parte. Deirdre se quedó que no le cabía una aguja por el ojete, como es normal. Pero claro, esa persona se había erigido como la persona cualificada en lo que al enfermo se refiere. Para ella no importaba la cualificación, experiencia (o falta de ella), sino que ella lo había dicho así. Eso es narcisismo: tratar de doblar la realidad para que se acomode a lo que dices que eres, y no a lo que haces. Y cuando no funciona, enfurecerse.
De modo que esa es la razón por la que estos tipejos pueden hacer esas declaraciones y ser tenidos en cuenta: porque quizá en el fondo todos pensamos que si no denunciamos que el Emperador va desnudo, no nos denunciarán a nosotros cuando tratemos de vender lo que no somos.
Nota del autor: Parece ser que el Papa ya ha visitado Valencia y el año que viene lo que visita es Madrid. No es que cambie mucho el contenido del post, pero Nilrem me lo hizo notar y un error es un error. Corregido queda.
Estoy preparando un artículo sobre kamikazes intelectuales que crean teorías de bombero y pretenden que todo el mundo debería seguirlos, que lo vas a flipar. Eso sin contar con el concepto de guanabismo y guanabista, muy en la onda de lo que tú consideras los narcisistas.
Supongo que es bueno recordar que yo soy un kamikaze intelectual, salvo por la parte en que no pretendo que nadie me haga ni puto caso. 😀
Lo del guanabismo te lo he leído en algún artículo pero no sé si lo tengo claro. ¿Hay algún post en el que lo definas? En todo caso, tengo ganas y curiosidad por leer ese artículo 🙂
Fíjate que en el blog aún no he definido el concepto de «frikismo cartesiano» claramente, y aunque se deduce de lo que digo nunca lo he expresado a las claras. También algún día tendré que hablar del arte «caca deluxe».
El guanabí es el «quiero y no puedo», la íntima insatisfacción de no saberse un elegido para la gloria, ni ser un hijo legítimo de la cultura dominante, estar continuamente obsesionado por demostrar a uno mismo y a los demás que está por encima de la media, pero sospechando siempre que no es así y que en el fondo los demás lo saben como él. No es algo por la satisfacción de ese algo, ni hace algo porque realmente le gusta o satisfaga, sino que lo hace porque eso lo legitima ante los demás, y por la imagen que proyecta. Es la pose hecha esencia.
Tú no eres un kamikaze intelectual. Eres psicólogo y sabes de lo tuyo. El kamikaze intelectual reclama hablar de lo que sea cuando sea y como sea sin dominar siquiera la terminología básica de una materia, redescubre la pólvora a cada paso y se maravilla ante hechos y epifanías que ya aburrían a los griegos. Porque él lo vale, porque confunde la charla de taberna con tener un blog y eso con ser tan importante como un premio Nobel. Es el típico wikipedista que descalifica a alguien que demuestra que sabe mucho más que él de un tema, al que tacha de pedante, por «saber de más» y por no seguir lo que él cree que es un principio democrático, confundiéndolo con igualdad por abajo. Y cuanto más vago sea él tema más se lanza: política, religión, economía, lingüística (hablaré sobre todo de eso), y todos los demás son idiotas porque no aceptan sus ideas geniales de bombero sobre todo lo que parece que no ha tenido nunca nadie una buena antes de llegar su genio. En arte se cree que Pulp Fiction es la primera película que rompe la secuencia temporal, que Canción de Hielo y fuego ha inventado el estilo indirecto libre y que El club de la lucha descubrió el nihilismo, por poner tres de los ejemplos menos graves. Si le muestras lo contrario te jura odio eterno, suelta cuatro chorradas sobre la horizontalidad del conocimiento, te destierra por elitista y por pertenecer al mundo antiguo 1.0, ya que él sólo se debe a una realidad de orden superior que es el futuro y la sociedad utópica donde nadie sabe más que él, y que no tiene ninguna servidumbre ni deuda con el pasado, igual que él se ha convencido de lo mismo respecto a su persona.
Aunque tú y yo estamos definiendo algo que es básicamente lo mismo, o dos aspectos del ethos y pathos de nuestro tiempo: el hombre masa definido por Ortega que ha tomado conciencia de sí mismo, proclama ser clase en sí y para sí y reclama que el mundo se reconvierta a su escala y se ponga a su servicio sin discusión posible porque «ya ha ganado» y no quiere ni esperar a que lo antiguo se desvanezca por sí solo, porque su sola presencia lo incomoda y le recuerda aquello que sólo es caduco y falto de sentido, lo que no es como él. Proclama ser la medida de todas las cosas, y sobre todo que no puede haber otra medida ni otra escala más allá de lo que él es o lo que él sabe.
El hombre masa con los nuevos medios de comunicación e internet ha digievolucionado. En palabras de Bruce Wayne, son una raza superior, más pura, y nos avisan de que el futuro les pertenece, y que todos los que no nos unamos a sus filas estamos condenados a convertirnos en leyenda.
Desde luego, creo que definimos lo mismo desde la perspectiva de la filosofía por tu parte, de manera si quieres más global, social, o externa, mientras que yo lo ataco desde la psicología, desde lo que pasa por su cabeza y de dónde sale. No sé si me explico.
Cojonuda la aportación de Ortega. No lo había pensado.