Estos días Mónica está con mi madre en Pamplona, visitando a mi hermano, y Valeria se queda con nosotros porque es aún muy chica y porque no vamos a pasar la Nochevieja sin las niñas.
Cada día, Valeria pregunta que cuándo vienen la abuelita y Mónica. Hoy han hablado por videollamada, porque vivimos en el futuro y eso es guay. Por supuesto, Valeria se ha puesto loca al ver a su hermana mayor, su modelo, su compinche, la primera por la que pregunta cuando se levanta y con la que se acuesta cada noche.
Y si no se han dicho que se quieren 200 veces en diez minutos, no se lo han dicho ninguna. Una cosa que he ido apreciando más y más de los niños con los años, sobre todo desde el punto de vista del psicólogo, es lo asertivos y expresivos que son. Y es bueno que se digan que se quieren con esa claridad (otras veces se dicen que son imbéciles con la misma seriedad), y es una de esas cosas que, cuando crecemos, decidí al aprendizaje que llamamos socialización, dejamos de hacer.
Seamos como los críos. Aprovechemos cada ocasión posible para decirnos que nos queremos, porque ahora podemos y quizá mañana no. Porque la otra cosa buena que tienen los críos es que viven ahora y sólo ahora. No pierden el tiempo pensando en que diez minutos antes estaban dándose bofetadas por una muñeca, ni en si mañana será así o asá. Importa lo que tienen delante, lo que hay ahora.
Muchas filosofías (los estoicos entre ellos) persiguen que aprendamos estas cosas que hemos olvidado. Que recordemos algo que, como niños, era evidente. Que esta sea una de las conductas que volvamos a adquirir este 2020.

Sed como Valeria, salvo la parte de romper todo, y echar a correr sin mirar el tráfico, y la de iros con desconocidos, y…
Los niños no tienen pasado ni futuro por eso disfrutan del presente cosa que rara vez nos ocurre a los adultos. Jean de la Bruyere
(1645-1696)