Hoy cumples 4 años.
Todo en torno a tu venida al mundo fue complicado. El embarazo fue un embarazo de riesgo, y hubo veces que pensamos que podíamos perderte. Tu madre las pasó moradas, por el reposo forzado, las incomodidades y el miedo. Viniste al mundo y te detectaron un soplo en tu corazoncito, que era menos que una pelota de pingpong, y la noche antes de irnos a casa contigo, una enfermera vino a llevarte a la UCI porque tenías ictericia y había que tenerte unos días con lámparas de luz todo el rato. Que no era nada grave, pero el susto de despertarte a la 1 de la mañana porque se llevan a tu bebé no es poco.
El día que cumpliste un mes yo estaba en la consulta y me llamó mi madre porque no conseguía localizar a mi padre. Ese día tuvimos que dejarlo todo y salir volando a Granada en un viaje que, gracias a la incompetencia habitual de Vueling, fue una reputísima mierda. Pasamos una semana horrible allí hasta que finalmente no se pudo hacer más, y el abuelito se fue sin llegar a despertarse.
Volvimos y entonces supimos que no tenías un soplo, sino dos, que además no se estaban cerrando. No estabas creciendo como debías, te fatigabas demasiado al tomar teta. Y había que operarte. Con menos de seis meses. Y era una operación que me sigue pareciendo hechicería: te congelaron hasta que se paró tu corazoncito, te conectaron a una máquina para que tu sangre siguiera circulando con el corazón parado, te abrieron y cosieron los diminutos soplos por dentro, en ese espacio tan diminuto. Y luego coser, cerrar, y volver a calentarte para poner en marcha el corazón. Me acuerdo de verte salir de quirófano, tan pequeñita y diminuta en aquella camilla tan inmensa, con el tubito saliendo de tu boca.
Pero como si supieras que tenías que hacer honor a tu nombre, desde ese momento empezaste a ir a tope. A las pocas horas te quitaste las gafas de oxígeno y empezaste a demandar teta. A los dos días te sacaron de la UCI y te subieron a una habitación. Y te fueron sacando tubos poco a poco, mientras había que sujetarte con correas porque no parabas quieta y te habrías desconectado todos los tubos y todo. Una semana después de entrar estabas fuera.
Y desde entonces, sólo tienes dos posiciones, dormida y sprint. Creces y creces, y eres una continua fuente de movimiento, palabras en torrente, canciones, bailes desde que te puedes tener sentada, historias que te cuentas con cualquier cosa que tengas a mano, escalar todo lo que haya cerca, perseguir a los gatos, y besos, montañas de besos y abrazos, y risas, siempre risas. Los que te conocemos decimos que nunca hubo un bebé más feliz. La frase que más pronuncio al cabo del día es Valeria, deja eso.
El otro día viniste a mí y empezaste a darme besos y abrazos, y me dijiste:
Valeria: Te quiero mucho, papá.
Yo: Yo también te quiero mucho, peque.
Valeria: Tienes una espada preciosa.
Yo: Es verdad, y no puedes cogerla.
Valeria (haciendo un puchero): GRACIAS POR NADA.
Valeria en confinamiento
Hace ya mucho tiempo, unos 7 años, le escribí a tu hermana que me gustaría que se acordara de todo lo que la queremos y la quisimos cuando era sólo un bebé. De cómo todo lo que hacía era perfecto, único, y lo que tenía que hacer. Y cómo querría que lo recordara cuando más adelante en su vida se sintiera mal, o dudara de sí misma, o se sintiera sola. Que siempre la querríamos así. Ahora escribo esto para que tú, algún día, puedas leerlo y recordarlo, cómo corrías con tu hermana a mi alrededor, agitando vuestras varitas mágicas y diciendo que me habéis convertido en rana y que os ponga Disney+, aunque claro, si soy una rana no os lo puedo poner, así que me volvéis a convertir en papá.
Feliz cumpleaños, Valeria Imperator Furiosa. Que cumplas muchos más.
Muuuy chulo. Muchas gracias por compartirlo.
Muchas felicidades.
Brindo a la salud de la pequeña guerrera.
Un nombre bien merecido.