Si vamos a hablar de por qué una relación puede fracasar o perdurar, primero tenemos que abandonar la más peligrosa y ridícula idea que nos ha impedido llegar a saber estas cosas: la idea de que el amor, la calidad de una relación, no se puede medir ni se puede evaluar de una manera objetiva. Entra John Gottman, durante los años 70.
Imagina que tú y tu pareja os vais a una réplica de vuestra casa. De vuestra sala de estar o lo que sea. No es una réplica exacta, pero se ha intentado que se parezca. Cuando llegáis, Gottman y su equipo os dan la bienvenida, y a continuación empiezan a enchufaros a cosas. Os sientan en unas sillas que tienen giróscopos y sensores, de modo que cada vez que te mueves, se registra. Se te ponen electrodos y sensores que registran múltiples variables psicofisiológicas como latido cardíaco, resistencia eléctrica de la piel, tensión muscular, y otras. Además, hay cámaras grabando desde cada ángulo concebible, de modo que ninguna expresión facial quede sin registrar, cada gesto listo para ser analizado exhaustivamente.

Puede parecer que esto es muy ortopédico, pero hay evidencia más que abundante de que, al cabo de unos minutos, la gente se olvida de que está siendo grabada y registrada, y empiezan a comportarse de una manera absolutamente genuina. Si queréis una evidencia acientífica pero muy válida para la mayoría de población, pensad que legiones de concursantes de Gran Hermano atestiguan que al cabo de un rato de estar en la casa, se olvidan de las cámaras. Y por una vez, dicen la verdad.
¿Por qué todo este montaje? Porque Gottman y Levenson son unos científicos de verdad, que entienden que toda emoción y sentimiento tiene una manifestación conductual: ¿qué es conducta? Pues conducta abarca tres ejes: el cognitivo (lo que pensamos), el fisiológico (toda emoción se traduce en una señal medible) y la manifestación externa (lenguaje y gestos y acciones). De modo que si se podía evaluar qué hacen las parejas que van bien y qué hacen las parejas que van mal, podrían compararse y ver qué las une y qué las separa.
Y no sólo trabajan los investigadores. Una vez acabadas las interacciones, los pacientes revisan los vídeos por separados, tratando de transcribir qué es lo que pensaban en cada interacción clave, y tratando de adivinar qué pensaba su pareja en cada interacción (imitando los experimentos claves sobre empatía de Aronson e Ickes), de modo que Gottman y Levenson podían seguir patrones de pensamiento y además estimar la habilidad de las personas para adivinar y entender lo que piensa el otro.
¿Suena como un trabajo de chinos? Lo es. Y Gottman y Levenson llevan 40 años haciéndolo. Han estudiado a personas de todo grupo racial y clase social. Parejas casadas y no casadas. Durante doce años sólo estudiaron parejas estables del mismo sexo. Durante una década parejas donde se daba violencia. Han seguido a parejas a lo largo de décadas, viendo cómo se unían, separaban, cómo les afectaba el tener hijos, la enfermedad, el cambio de ciudad o de empleo. Han seguido a los hijos de estas parejas, observando cómo los niños aprenden a gestionar sus emociones y desarrollando un método de coaching emocional para enseñar a esos niños que no saben a alcanzar esa habilidad. Es una de las investigaciones más monumentales de la historia de la psicología, hecha con modestia, esfuerzo y amor por el conocimiento. Así que cuando os digan que no puede medirse el amor, o que no se puede encontrar al sujeto en una tomografía (como me dijo el otro día un cuñado de psicólogo humanista en Facebook), espero que os bajéis los pantalones y os caguéis muy fuerte en quien os diga esa sandez, especialmente si es un psicólogo. A día de hoy Gottman y su equipo pueden analizar las interacciones de una pareja y saber con un 94% de acierto si esa pareja seguirá junta o no a los tres años, y han desarrollado numerosas estrategias para reparar y consolidar las relaciones dañadas, aprendiendo de las relaciones exitosas.
Muy bien: ¿y cuáles son los hallazgos de Gottman y Levenson?
Vamos a resumirlos antes de empezar a desmigajarlos y analizarlos poco a poco. Por un lado los mitos:
- La comunicación no es la clave, ni es siempre deseable.
- Importa mucho más que la comunicación, la capacidad de reparar las situaciones que no han ido bien. Cosa que por cierto…
- … es deseable, porque los conflictos pueden ser buenos en la relación.
- La ira no tiene ningún efecto catártico, y su expresión no tiene beneficio alguno.
Por otro lado, lo que falla cuando una relación va mal es:
- No importa si hay cosas que van mal, importa el ratio de interacciones positivas contra negativas. Si este ratio es 5:1, no importa cuánto te pelees, la cosa va bien. Si el ratio es 0,8:1 o peor, no hay salvación.
- El afecto negativo escala en 4 pasos (los Cuatro Jinetes): crñitica, actitud defensiva, desprecio y bloqueo evasivo.
- El patrón de escalada está relacionado con con un estilo negativo que implica evitar y apartarse (turn away) de los intentos de conexión emocional e interacción positiva.
- Otro patrón disfuncional es el revolverse (turn against) contra los intentos de conexión emocional e interacción positiva.
- Los intentos de reparación fallan: no se trata de evitar las peleas, sino de la reparación. Las parejas exitosas son capaces de reparar con éxito el daño durante una discusión, y por ello la relación se refuerza.
- Anteponer el sentimiento negativo (negative sentiment override): Definido por Robert Weiss, es el fenómeno que se da cuando una persona emite un mensaje que un observador externo consideraría neutro o positivo, y el receptor lo interpreta de manera negativa, anteponiendo la interpretación negativa a la interacción positiva. De ahí el nombre. Este fenómeno se deriva de…
- La presencia muy fuerte del error fundamental de atribución, del que ya hemos hablado.
- Una elevada activación fisiológica que se vuelve crónica, especialmente en el caso de los hombres. Esta activación, asociada a la secreción de adrenalina, hace que la información se procese mal, además de promover un estado negativo al que llamaremos inundación.
- En general, en parejas disfuncionales se encuentra un fallo por parte de los hombres en aceptar la influencia de sus esposas.
- Por último, y extremadamente importante: en general, se observa que las conductas de tu pareja que más te joden, las provocas tú. Las situaciones de conflicto tenían disparadores rutinarios que a menudo estaban anclados en la conducta del otro miembro de la pareja. En relaciones funcionales los hombres muestran una mayor apertura a las ideas de su pareja, independientemente de si están de acuerdo o no.
Por primera vez, teníamos una imagen clara de cómo las parejas funcionaban o no. Porque además, estos hallazgos ponen en falso la legendaria frase de Anna Karenina, cuando Tolstoy decía:
Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera.
¿Y en qué se parecen las parejas felices? ¿Qué es lo que hacen? Pues eso en la próxima entrada, que esta ya pasa de las 1200 palabras y ya me dan mucho la vara para que publique. En breve, más y mejor sobre esto.