Este ha sido un año muy extraño. Uso extraño con mucha deliberación: muchos seres humanos han vivido y viven situaciones mucho más trágicas que las que vivimos nosotros aquí. Pero es extraño. Y aún nos queda un tiempo de sentir extrañeza, de plantearnos cuando (o si) las cosas volverán a la normalidad, y si recuperaremos aquello que no podemos tener ahora.
Una de las cosas que iban a ser más nuevas o especiales era el participar en el Famelab 2020. Famelab es un concurso de divulgación, donde se busca a científicos y divulgadores jóvenes que hagan un monólogo de 3 minutos sobre un tema de su disciplina. La verdad es que yo no soy precisamente el perfil del concursante más habitual. Soy bastante mayor que la mayoría de los participantes, no me estoy doctorando ni soy investigador. Pero me salió la oportunidad y a las oportunidades hay que decirles que sí. En realidad ya he hablado de esto.

El caso es que el Famelab es un evento que exige: los participantes teníamos que pasar una jornada de formación en Madrid, luego la semifinal en el teatro Baluarte de Pamplona, luego más formación (dos días) para preparar la final, y la final en sí en una sala importante en Madrid. Para dos monólogos de tres minutos. Nunca he currado tanto para una charla en mi vida. 😀
Hicimos en Madrid la jornada de formación y los doce finalistas nos conocimos allí. Y la verdad, nos caímos muy bien. Me parecieron un grupo de muchachos la mar de majos, y eso que no me pude quedar a la última parte de la jornada, porque tenía entradas con Victòria para 091. Y entended, 091 es 091. Nos hicimos un grupo de Whatsapp para seguir en contacto y pasó un poco de tiempo. Todo parecía que iba de fábula: el libro iba a salir justo la semana de la semifinal y tenía presentaciones en Madrid, Barcelona y Granada, el Baluarte había vendido casi todo el aforo, y pintaba genial.
Si quieres que los dioses se rían, haz planes.
El mismo fin de semana que sería la semifinal, que a su vez era dos días después de la salida del libro, se declara el estado de alarma. A tomar por culo la semifinal. La organización decide que todos los concursantes pasamos a la final, que en principio será en Madrid si el confinamiento no dura mucho (ja, ja, ja). Así que bueno, por lo menos no se va a eliminar a nadie (originalmente habríamos pasado 8 de los 12). Pero esto se va alargando, y las dos jornadas de formación que íbamos a tener en Madrid se hacen online, y pasamos de tener la final en abril a tenerla en junio a tenerla en septiembre, y de estar en una sala grande como la Galileo, y con público, a un teatro más pequeño y sólo 4 invitados por participante. Y no vienen las autoridades previstas, y la cosa pues va a lucir lógicamente menos.
Y no es culpa de nadie. Pero parece que va a ser una bajona. Que va a tener muchísima menos gracia. Vas porque te has comprometido, y porque tienes muchas ganas de ver a los demás del grupo.
Y esa fue la mejor idea. No puedo decir suficientes cosas buenas de los demás concursantes. Simplemente, no puedo. He tratado de escribir y reescribir esto para decir algo bueno de cada uno, pero además de que Jorge ya lo hizo en este hilo de Twitter:
En el momento en que Victòria y yo llegamos al hotel después de pasar un día muy majo en Madrid, ver a amigas, darnos un baño en el hammam de Atocha, y nos sentamos a echar el rato en el patio del hotel con el resto del grupo… pues no sé, fue como si nos hubiéramos visto el día de antes, y no 7 meses antes.
Y luego llegó el día siguiente, los ensayos, el corregirnos los monólogos y dar los últimos toques, el intentar explicarnos la ruta que teníamos que seguir para entrar y salir de escena que era un laberinto (acabaron arreglando eso poniendo a una persona entre bambalinas que nos acompañaba para que no se perdiera nadie). El darnos ánimos unos a los otros porque este ha sido el concurso menos competitivo que he visto en mi vida. Los nervios tras el escenario. El orgullo de ver a tus compañeros petarlo. Primer evento al que voy en el que todas las charlas me gustaron. Todos merecieron ganar. Y fue Alejandro el que ganó, y mi paisana Alicia quedó segunda y Víctor quedó tercero. Y estuvo muy bien. Y si hubieran sido otros, habría estado igual de bien.
Aquí os dejo el vídeo de mi monólogo en Famelab. Como parte de mi propósito de empezar a dar charlas sobre temas de los que no me hayáis oído hablar mil veces, en este hablo sobre la suerte. Estoy contento y orgulloso de cómo quedó. Cuesta mucho destilar algo que podría ser una charla de una hora en tres minutos.
Aquí tenéis la final completa, porque todos los monólogos fueron cojonudos y merecéis verlos del tirón. En serio, creo que el nivel de todos es altísimo.
Bola extra: como llegué a Madrid el día antes del evento, el periodista Gabriel Cruz me ofreció por la mañana hacer una entrevista / reportaje al mediodía y hablar de los antivacunas y otros negacionistas. La cosa me hizo gracia, nos vimos en Tirso de Molina, y esto es lo que salió. Lo pusieron en informativos de Cuatro el domingo 13 y en los de Telecinco también. En fin, aquí tenéis el enlace. Son menos de cinco minutos., por si aun no estáis bastante hasta los huevos de verme en televisión y escucharme en la radio. Yo lo estaría.
Y esto fue todo. Y ahora volver a una rutina que aún no sabemos cómo será.
ESTATUS
Leyendo: Quiero volver a leer a Alan Jacobs, que ha sacado un libro nuevo (Breaking Bread with the Dead) y es lo más bonico.
Jugando: Hay jugadores de rol que consideran que la mejor manera de evitar un secuestro es disparar al secuestrado.
Trabajo: Pues ya se ve asomar el nuevo curso. Qué bien.
Escuchando: AC/DC es una opción excelente cuando uno no sabe qué escuchar.