Pues mira, el trastorno narcisista de personalidad va a desaparecer de la siguiente edición del DSM. Muchos narcisistas se van a cabrear al ser ignorados de ese modo 😀
Uno de los participantes en Más allá de la vida (Hereafter), el último proyecto de Clint Eastwood, un cómico y actor llamado Jay Mohr, contaba una anécdota sobre el rodaje de la película:
Así que estoy rodando Hereafter, y hay una escena en la que subo unas escaleras busco las llaves y mi vecina de al lado se supone que me da el correo, y es una carta de Matt Damon y blablabla.
Así que todo lo que tiene que hacer ella es darme la carta y decirme «aquí tienes tu correo.» Pero ella es alguna actriz wannabe de San Francisco, y ha decidido que le van a dar el Oscar por esta película. Así que llega, todo dramática, y dice, «hummmm, ¿quieres tu correo?… parece que tienes una carta…» Y me tiende la carta, peor la aparta en el último segundo, porque quiere ser gilipollas, y extiendo otra vez la mano y la retira otra vez. Al final cojo la carta y me dice «bueno, disfruta tu carta.»
Así que Clint Eastwood (el director) está en la parte de abajo de las escaleras viendo todo por los monitores y se le oye decir, «¡maldita sea!»– ni siquiera grita ¡corten!– empieza a subir las escaleras, tiene como 9000 años, y sube, jadeando y resoplando, realmente despacio. Finalmente llega arriba, la mira, y le dice, «cariño, no puedo ni empezar a explicarte cuánto esta película NO TRATA SOBRE TI. Si pudiera haber contratado sólo tu maldito brazo para dar la carta, lo habría hecho.»
Bueno, ahora no podremos diagnosticarla. Jay Mohr se preguntaba por qué este tipo de cosas pasan cada vez con más frecuencia. Quizá a estas alturas tengamos una pista.
El DSM (el Manual Diagnóstico Estadístico usado en el diagnóstico de enfermedades mentales) va a eliminar el trastorno narcisista de la personalidad. En realidad, no es tanto «eliminar» como «sustituir» por otra cosa, un conjunto bastante verborreico que describe un desorden de la personalidad. O sea, que podremos seguir diagnosticando rasgos narcisistas en las personas.
Pero claro, hay gente que se ha disparado. Uno de ellos sería John Gunderson, una eminencia en el campo de los trastornos de personalidad y el director del comité que decidió los cambios en dichos trastornos en el manual actual. Gunderson no está contento, y dice que esto muestra lo poco iluminado que el comité está en esta materia, y que no son conscientes del daño que causarán.
Gunderson no está a sueldo de las corporaciones de farma, así que no me cerrarán el blog por señalar el monumental sesgo de este hombre al hablar así: a fin de cuentas, toda su carrera se basa en diseñar herramientas para diagnosticar el trastorno narcisista.
Y si estás pensando que los psiquiatras están locos por eliminar ese trastorno de los manuales, has perdido de vista la idea clave: el asunto no es si el narcisismo existe o no como patología, el asunto es quién decide si existe o no.
Os pongo una metáfora: cuando los Oscars, desafiando a cualquier clase de lógica, le dan un premio a Sandra Bullock, la fuerza de esa decisión no reside en que su trabajo sea bueno (no lo es), sino en que yo, alguien a quien le gusta ver pelis, piense que están locos por escogerla: su fuerza está en que me han engañado para que piense que sus decisiones tienen alguna relevancia.
Me doy cuenta de que los Oscars afectan a los futuros salarios y contratos de los actores y blablablablabla, pero estas espantosas ceremonias sólo refuerzan mi idea de que deberían haber hecho otras elecciones. ¿Pero por qué deberían? Yo soy una persona adulta, inteligente y educada, y puedo darme cuenta de que las personas tienen diferentes gustos; pero los Oscars no tratan acerca de ninguna de esas cosas – sólo me han hecho pensar que lo hacen. En otras palabras, ¿qué importa lo que piense la Academia? Pero mientras no tengo problema en ignorar la irrelevancia de una final de liga, me enfurece que los Oscars no sean otorgados a quien yo querría, porque me han vencido. Me han ignorado. Esto me muestra que no tengo voto en lo que es considerado bueno en cine cada año, aunque los que pretenden decidirlo tampoco lo tienen.
Os doy un ejemplo histórico: nadie es diagnosticado con neurosis obsesiva, nunca más. Sin embargo, la gente denomina a otra gente obsesiva o neurótica.
Lo que ha ocurrido es que un término altamente especializado y filosóficamente preciso (bueno, es psicoanálisis, ya me entendéis), un término técnico, se ha convertido en una etiqueta cotidiana – y el poder de diagnosticar (o sea, etiquetar) ha sido arrebatado por los nuevos emperadores de la psiquiatría, con su nuevo paradigma.
La persona en la silla del paciente sigue teniendo una patología: pero los usuarios del antiguo término (narcisista) son despreciados por los del nuevo término como malas personitas, bordes, peyorativos y poco rigurosos. «No lo llamamos así, ese constructo no tiene validez, se describe mejor así.»
No importa que, en realidad, un término no tenga más validez que otro: son todos inventados. Diagnosticar al paciente no es lo importante, lo importante es que el DSM sea la autoridad. Y lo han hecho de tal modo que la prueba está en el que discrepa, no en ellos. No ganan credibilidad mejorando el diagnóstico, sólo alterándolo. Y todos decimos, «bueno, creo que puede ser un error pero seguro que hay una razón científica que no entendemos…»
Y ahí nos quedamos: sabemos hay algo malo con esa persona, algo muy malo, pero como no es bipolar y no es un unicornio, nos quedamos con la duda de si no será que somos simplemente unos idiotas con prejuicios. Y peor aún, nos hemos quedado sin apoyos, porque lo único en lo que podrías «apoyarte» es Freud, y si lo haces estás chalado.
Pero no puedo evitar ver ese constructo que ya no existe, por todas partes, así que trato de vestirlo de la manera menos despreciativa que puedo, y miro hacia las autoridades de la APA en busca de ayuda y me encuentro:
«Bien, todos sabemos que no existen las neurosis histéricas. Permítenos ofrecerte un término igualmente arbitrario pero sin embargo fiable, que pone todo el poder de etiquetar en nuestras manos.»
Eso no es lo que yo buscaba.
Volvamos a esa escena en Hereafter. Hasta el punto que uno puede sacar conclusiones basadas en una sola anécdota, podemos convenir que la actriz se comportaba de modo narcisista. Sin embargo, al carecer de etiquetas no hay una forma rápida de discutir esto entre psicólogos y psiquiatras. Y al no tener una descripción útil de esta conducta, esta conducta deja de ser el problema de la psiquiatría (y por ende, de la psicología clínica).
Normal, claro. ¿Si todo el mundo se ve más y más frecuentemente involucrado en una conducta, podemos llamar trastorno a esa conducta? A fin de cuentas, los trastornos se definen por desviaciones de la media del grupo. Ahora dime a cuánta gente de la generación 2.0 habría que etiquetar así. Dime a cuántos de tus amigos tendrías que mirar haciéndote preguntas incómodas sobre su personalidad. Dime cuántas veces tendrías que admitir que has sido un fraude, o que has sido engañado por un fraude en forma de identidad.
Es mucho más fácil ignorarlo que afrontarlo. Mucho más fácil que deje de ser un problema clínico (nuestro problema) que decirle al mundo que quizá su identidad 2.0 no es lo mejor que ha podido sucederles.
Es lo que pasa cuando los que «dictan» el DSM no han pisado una consulta en su puñetera vida (o la pisaron siglos atrás)…
Pero diría que eso pasa en casi todas las profesiones… los que dictan las normas no suelen ser los que luego tienen que aplicarlas/usarlas y en muchos casos, ni siquiera saben cómo funciona en la práctica lo que están reglando 😛
No puedo evitar que me recuerde el lenguaje políticamente correcto.
Normal, claro. ¿Si todo el mundo se ve más y más frecuentemente involucrado en una conducta, podemos llamar trastorno a esa conducta? A fin de cuentas, los trastornos se definen por desviaciones de la media del grupo.
La madre del cordero para mí está ahí. Terry Pratchett tiene una frase en Dioses Menores realmente demoledora, que era algo así como que no hay ninguna tarea, por terrible que sea, que las personas no podamos llegar a tomar rutinariamente.
Aunque mi ignorancia en lo tocante a psicología es mucha, veo un paralelismo entre esto que escribes y la nueva ortografía esa que quieren vendernos. Aunque el envoltorio es distinto el motor es el mismo, el intento de contemporizar y de crear un constructo completamente artificial que englobe todo para eliminar unas diferencias o unas etiquetas que «los expertos» han decidido tomar por perjudiciales. Seguro que hay razones lógicas y defendibles en para ello, siempre las hay. Pero veo cada vez más claro que la tendencia generalizada es huir de la complejidad.
Excelente entrada. Un abrazo compadre.
Siempre dije que ser «normal» no tenía nada que ver con la salud física, mental o emocional de la persona, ni con lo que objetivamente podría considerarse «bueno» para el individuo o para la humanidad sino que simplemente es algo estadístico «sí un gran porsentaje de la población es así, entonces es normal ser así»
Es correcto, y creo que es bueno. Es un criterio objetivable y revisable conforme cambian los tiempos. No es perfecto, pero es lo bastante bueno.