Siempre he dicho que la sensación de tener una empresa (de emprender) es parecida a la sensación de estar cayendo en la ludopatía. Para disfrutar ambas cosas te tiene que gustar perder. Mi sensación es que si a la gente le gusta el juego es porque les gusta perder. Cuando juegas, lo que ocurre más a menudo es que pierdes. Obviamente juegas para ganar, pero en porcentaje, sobre todo al principio, sobre todo cuando tiene algún interés, pierdes. A mí no me gusta el juego, intuyo, porque no me gusta perder. En el mismo sentido, para emprender tienes que soportar muy bien perder, porque la mayor parte del tiempo, sobre todo al principio, sobre todo cuando tiene algún interés, en cierto sentido estás perdiendo. Incluso las cosas que salen bien podrían haberse hecho antes, podrían haberse hecho mejor, podrían…
Quizá no podrían, es cierto, pero la sensación desde dentro se le parece.
Dicho aquí por la estupenda Begoña Martínez. En días como este, me parece una radiografía de mi vida y de la de algunos amigos míos.
Hace poco leí que en EE.UU. se valora también todos aquellos proyectos que una persona ha puesto en marcha y que han fracasado, mientras que aquí solo se tiene en cuenta el éxito. No conozco a nadie que haya hecho algo valioso de verdad que no se haya dado unas cuantas galletas antes.
Eso no es ser masoquista, sino saber resistir la frustración.
escuche por alli la frase «el que emprende no pierde, o gana o aprende». nose si es aplicable 😛
Es parcialmente cierto.
Y digo parcialmente porque parecería que la gente emprende por medio de un proceso racional a través del cual se dedica a esto porque les mola la caña.
En realidad, en mi caso, es porque no hay otra opción posible que me satisfaga.
Lo de que para emprender hay que tener los huevos recauchutados, 100% agree. Esto no es para todos, y menos al principio.
Yo diría más a lo que dice Aphra Behn: por eso las emrpesas siempre piden experiencia y tenemos el problema de empezar de cero. No entienden que los profesionales tienen que aprender de sus propios errores.
Pulsas teclas en el teclado, de repente una pulsación no se registra. Entonces vuelves a pulsarla con más fuerza. Esta vez se registra y en próximas pulsaciones esa tecla será pulsada con firmeza.
Premio a mi perra por ejecutar un «sentado», y ella lo hace aunque de mala gana. Entonces vuelvo a dar la orden. Vuelve a sentarse con desgana, y esta vez no la premio. La siguiente ejecución la hace a conciencia. Un rato después planta el culo en el suelo con decisión, como si ‘pulsase la tecla más fuerte’ para asegurar el premio.
No sé si si son los mejores ejemplos, pero creo que son suficientes para ilustrar, aunque sea de manera algo ‘rústica’, el refuerzo intermitente.
Aún no sé mucho sobre esto, mientras tanto, tampoco lo digo por decir; creo sinceramente que si, a lo largo de tu vida, se ha dado una tasa de acierto suficiente, ésta habrá funcionado como refuerzo. Que te vaya más o menos la caña depende las veces que la vida te haya premiado ó llevado a un fracaso por esfuerzos parecidos. Y lo triste (y no por ello menos cierto) es que el refuerzo habrá sido mayor que si hubieses tenido éxito en todas las ocasiones.
Ya estoy listo para caer en el foso de los leones, no sin antes saludar cordialmente.
Qué leones ni qué leones 😀