Este hilo de Twitter que pongo al final (pinchar en la imagen para leerlo entero) resume muy bien el por qué de este blog, de las conferencias que doy donde no cobro, del esfuerzo por divulgar. Porque estoy harto de mamarrachos que se dicen psicólogos con su psicoanálisis, su gestalt, su PNL, sus constelaciones familiares de mierda, sus eneagramas por los que cobran un pastizal a RRHH, sus Myers-Briggs, sus coachings de desarrollo gromenauer, del neuromarketing, de las neuromierdas, de si el hemisferio derecho o el izquierdo, de los traumitas y las memorias reprimidas, y mil payasadas más, harto del tsunami de gilipolleces que nunca cesa, alentadas muchas veces por colegas desaprensivos y permitidas y auspiciadas por colegios profesionales que no hacen nada nunca, entre otras cosas porque muchas veces se lucran con toda la pseudociencia y toda la pantomima: sí, COPC, os miro a vosotros y a vuestra comisión de psicoanálisis, que se os tenía que caer la cara de vergüenza. Como si un Colegio de Farmacéuticos tuviera una comisión de homeopatía. Ah no, espera, que ellos tienen más verguenza que vosotros y la eliminan (1). Igual es que claro, la bioneuroemoción no la hacen psicólogos y eso sí indigna, pero la estafa de los descendientes de Freud ya tal.
Sobre todo, estoy hasta las narices de ver a gente dañada después de perder mucho tiempo y mucho dinero en las consultas de esta gente sin haber conseguido nada, o directamente humillados e insultados porque un supuesto profesional les ha provocado un ataque de ansiedad en la consulta, o se ha dedicado a cuestionar su orientación sexual o sus preferencias personales, o a diagnosticarles cosas que no tienen para tenerlos más tiempo en consulta en vez de acabar y ya (muchos pacientes flipan cuando descubren que la terapia cognitivo-conductual puede dar resultados en unas pocas sesiones), o les han vendido terapias de ángeles (esto me lo contó una amiga mía), o reiki, u homeopatía, o… Bueno, es que no acabo.
Así que nada, como bien dice el tuitero esto es, probablemente, una guerra perdida. Una guerra que, además, nos perjudica como psicólogos porque nos arrastra al descrédito, a que la gente lea o escuche una charla sobre psicología y te diga «yo pensaba que esto de la psicología era un cuento» porque no se han visto expuestos más que a mamarrachos. Pero da igual, la batalla la seguiremos librando, y seguiremos dando la turra, porque la psicología es una ciencia fantástica y asombrosa, y poco a poco el tiempo nos va dando la razón en todo ello. Y por eso es importante divulgar: porque nunca vamos a convencer al sectario que cree en tonterías, pero hay muchísima gente indecisa, o que no sabe, que puede ver que la psicología es una ciencia basada en la evidencia como cualquier otra, y los importantes avances que se están realizando. Las nuevas terapias de tercera generación, los avances en psicología social, la contribución a las neurociencias (a pesar de que estas tengan a veces sus propios problemas), el constante trabajo en la comprensión de la conducta y su modificación.
Así que aquí seguiremos, ganemos o no. La batalla es en sí algo digno, y esta guerra una que merece la pena luchar.
A estas alturas supongo que todos conoceréis la Ley de la Asimetría de la Estupidez, de Alberto Brandolini.
Dice que la cantidad de energía necesaria para refutar una tontería es de un orden de magnitud superior a la necesaria para crear dicha tontería.
— Vary 🔻 ✊🏿 el del sombrero. 🍎🍋🍇 (@VaryIngweion) February 13, 2018
Te entiendo tan bien… Me pasa tanto…
«La batalla es en sí algo digno, y esta guerra una que merece la pena luchar» Me quedo con esta frase, pues aunque el pronóstico luce desfavorable para quienes intentamos erradicar esta forma errónea de concebir a la Psicología no sólo en el público sino también en los mismos colegas, vale la pena intentarlo, debatirlrlo, pues como ciencia es joven, pero no por ello debe caer a merced de mamarrachos. Enhorabuena, te felicito por tu labor.
Simplemente, bravo! Es importante recordarnos estas cosas en los momentos duros (que son la mayoría) y saber que, aunque somos pocos, somos duros de pelar. Gracias Ramón