Foto de cabecera de Alejandro Barba en Unsplash

Las bibliotecas públicas de una ciudad como Nueva York van a acabar, necesariamente, acumulando una cantidad que flipas de préstamos sin devolver. Todo tipo de cosas que la gente no devuelve porque les da miedo el tener que pagar una multa. Y después de un año y medio de acceso limitado por la pandemia, la meta era conseguir recuperar no sólo las cosas prestadas, sino además a los usuarios. La noticia está aquí. Las bibliotecas públicas de Nueva York ya no cobran multas a aquellos que se retrasan en devolver los libros.
New York City Libraries End Late Fees, and the Treasures Roll In – The New York Times (nytimes.com)
Desde un punto de vista de análisis del comportamiento, lo que sucede no es nada sorprendente. La mayoría de los usuarios de las bibliotecas de NY no incurren en multas ni devuelven los libros en mal estado o tarde. Y esa conducta es reforzada por el acceso continuado a los fondos de la biblioteca. Si no es así, sufres una penalización, un castigo. De esto hemos hablado ya, incluso para el hábito del estudio. Especialmente en asuntos sociales.

Pero claro, siempre tenemos que pensar en una cosa: el castigo (como el reforzador) no es castigo por sus características intrínsecas, sino por su efecto en la conducta del organismo. Para muchas personas, la multa es un inconveniente menor, un castigo que disminuye la probabilidad de no devolver en fecha pero nada más. Pero para aquellos usuarios más pobres, que son justamente los que más la necesitan, la multa puede ser motivo para no devolver el libro y, por ello, dejar de usar la biblioteca. Por ejemplo, en esta noticia vemos que al menos 400.000 usuarios con sus carnés de la biblioteca bloqueados deben al menos 15$ en multas, y viven en comunidades pobres con elevadas necesidades.
De modo que las multas acaban creando unas contingencias por las que quienes más necesitan usar las bibliotecas son los que menos las usan porque, en cuanto no puedes devolver un libro a tiempo, las consecuencias de esa conducta (que puede ser accidental) pueden ser importantes, y no sólo las económicas, sino por ejemplo, la situación social aversiva de tener que devolver el artículo sin poder pagar la multa por falta de dinero, y tener que pedir un favor al bibliotecario u otras situaciones que querrías evitar.
El presidente de las bibliotecas públicas de Nueva York, Tony Marx, lo explica muy bien en la web de la institución (es gracioso que el apellido del nota sea el que es):
La investigación muestra que las multas no son eficaces para asegurar la devolución de los libros – los neoyorquinos son confiables y responsables, y claramente respetan nuestras colecciones y la necesidad de que estén disponibles para otros. Pero, por desgracia, las multas sí son muy efectivas para evitar que nuestras comunidades más vulnerables usen nuestros servicios y libros. Es la antítesis de nuestra misión de hacer que el conocimiento y la oportunidad sean accesibles para todos, y por ello había de cambiar.
Y no es que las bibliotecas no ganaran dinero. De acuerdo con la noticia que he citado antes, en 2019 las bibliotecas de NY recaudaron más de 3 millones de dólares en multas. No es moco de pavo.
El caso es que la meta de las bibliotecas se ha logrado: un tsunami de materiales se ha recuperado y, sobre todo, usuarios (del 9% al 15% según el barrio). Algunos de los materiales se perdieron hace tanto que no están ni en los sistemas y ha habido que recatalogarlos. En algunos casos, los materiales se devolvían a edificios donde ya no se encuentra la biblioteca, que se ha movido a otro local. Una fantasía.
Una vez más podemos ver que pensar en las consecuencias que imponemos a las conductas de las personas es el mejor camino, porque esa consecuencia tiene un efecto decisivo en cómo nos comportamos. Si queremos que los ciudadanos usen las bibliotecas y devuelvan los artículos que por una razón u otra no han devuelto, es mucho más interesante el eliminar barreras que el imponer castigos.
Las bibliotecas públicas son uno de nuestros triunfos como sociedad. Son un sitio maravilloso que merece la pena que usemos y que defendamos.
ESTATUS
Jugando: Poco a poco el Deathloop ha ido mostrando sus secretos, y poco a poco se va perfilando UN PLAN. Parece que ya sé lo que hay que hacer por la mañana, que es sabotear los fuegos artificiales para que Frank Spicer reviente por la noche, y matar a Harriet Morse en persona, y alguna cosa más. Por la tarde puedo ir al bunker a pelarme a dos más mientras se enrollan. Pero vamos, esto tiene que ponerse en pausa, como el rol por la Semana Santa. Qué pena.
Escuchando: He escuchado la BSO de The Batman y muy bien, aunque tiene un tema principal quizá excesivamente presente. Pero como banda sonora de miedo, suspense y cine negro pues mola mucho.
Trabajo: La parte de trabajo del autónomo de hacer trimestrales y pelearse con Hacienda, pero con extras este año. De verdad, qué cruz. Y hay que preparar clases y demás, además de la Feria del Libro y el Desgranando Ciencia… Y el TFM.
Leyendo: Se me está quedando la cabeza como el Quijote inverso, así que he parado de leer cosas de trabajar y de no ficción y he empezado Death by Hollywood, del guionista de Canción Triste de Hill Street, Stephen Bochco. Una novela ligera y simpática sobre un guionista que presencia un asesinato mientras bichea con su telescopio, y cómo decide sacarle partido porque está en un momento malísimo de su vida y mira, sólo hay que intentar sacarle partido a eso.
Viajando: Pues me voy a Estambul con Vicky a que me muevan el pelo de sitio, y de paso volver a visitar una ciudad que nos enamoró. Así que no trabajaré porque estaré convaleciente. Ese es mi concepto de vacaciones, operarme para descansar. Me mato.
Interesante artículo Ramón y…. lo del pelo…. lo dejamos para otro momento.
Permíteme una morcilla » morcilla = comentario fuera de texto » ¿ que te parece tu colega Marino Pérez Alvarez ? ha caído en mis manos el libro. Ciencia y pseudociencia en psicología y psiquiatría: Más allá de la corriente principal. Gracias, que disfrutes en tu viaje
Marino Pérez es un psicólogo que ha hecho importantísimas contribuciones y dos de sus libros (Contingencia y Drama, y La Invención de los Trastornos Mentales) han sido esenciales para mí como psicólogo. Pero en los últimos tiempos ha experimentado una deriva importante, en mi opinión, y su última obra no está a la altura de lo anterior.
Muchas gracias por tu comentario Ramón.