En toda la debacle esta de Cataluña, con la DUI que no es una DUI que se firmó ayer, y la República que sí pero no, y en Madrid el 155 se ejecuta pero a ver cómo y, en general, siendo todo lo que aquí se denomina can pixa, mi comentario más frecuente ante las predicciones de uno y otro signo es «Veremos.»
Hay quien se sorprende de que se pueda responder simplemente con eso, pero hay una razón, basada como no, en la filosofía estoica. Y es que los estoicos ya reconocían, y la psicología confirmó, que tenemos una excesiva fe en nuestra capacidad de predecir acontecimientos complejos, y eso se acentúa cuando hablan expertos (y las investigaciones de Phil Tetlock sobre el rendimiento de las predicciones de los «expertos» en economía y política ya demostraron que no hay razón para hacerles caso (1)).
Los estoicos, por ello, proponían tomar los acontecimientos como venían, sin asignar la etiqueta «bueno» o «malo» hasta entender completamente las implicaciones del hecho, y delimitando y ocupándose sólo de aquello que uno puede controlar. Esta idea se ilustra con esta fábula, que he visto también atribuida a otras culturas y épocas (por ejemplo, en otra versión el granjero es chino).
Hubo una vez un granjero cuyo caballo se escapó. Esa tarde sus vecinos fueron a su casa a compadecerse de él. Le decían «Sentimos tanto que tu caballo haya escapado. Es muy desafortunado.» El granjero contestaba: «Veremos.» Al día siguiente el caballo regresó trayendo consigo 7 caballos salvajes, y esa tarde todos volvieron a felicitarle: «Qué afortunado giro de los acontecimientos. ¡Ahora tienes 8 caballos!» El granjero de nuevo contestó: «Veremos.» Al día siguiente el hijo del granjero trató de domar uno de los caballos, y mientras lo montaba el caballo lo derribó y le partió una pierna. Los vecinos dijeron «Oh, cielos, qué mala fortuna.» El granjero contestó: «Veremos.» Al día siguiente los soldados de la polis vinieron y se llevaron a todos los jóvenes para alistarlos, pero rechazaron al hijo del granjero por tener la pierna rota. De nuevo los vecinos se reunieron a felicitar al granjero: «¿No es maravilloso?» De nuevo contestó: «Ya veremos.»
El granjero de la historia se niega reiteradamente a considerar los sucesos en términos de ganancia o pérdida, ventaja o desventaja, porque uno nunca sabe. De hecho nunca sabemos de verdad (salvo en los casos más extremos) si algo es una suerte o una desgracia, sólo podemos conocer y controlar nuestras siempre cambiantes reacciones a los siempre cambiantes sucesos.
Por eso, mientras los tertulianos gritan, hacen predicciones que no se cumplen, y anuncian a cada momento un apocalipsis distinto que no llega a suceder, lo único razonable es permanecer en calma y esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Ocuparnos sólo de aquello que está en nuestra mano controlar, y esperar a ver qué sucede, aceptando los hechos como ocurren. Eso no impide que podamos y debamos hacer cuanto esté en nuestra mano por mejorar nuestra situación. Pero para evitar ansiedad y sufrimiento, es necesario recordar hasta dónde llega realmente nuestra capacidad de influencia. Las discusiones en Internet dan sensación de acción y de control, pero no suponen diferencia alguna. En todo este asunto, los únicos beneficiados son los medios de comunicación, que dependen de nuestra ansiedad permanente, y las plataformas como Facebook que ganan dinero a costa del trabajo gratuito que hacemos para ellos, participando en estériles discusiones donde nadie sabe nada.
Buenos amigos míos han manifestado preocupación y pesar por los acontecimientos. Una cosa quiero recordar a todos: Los políticos vendrán y se irán. Los países nacen y mueren. Los imperios que parecían eternos antaño, hoy sólo dejan ruinas o se han olvidado. No sabemos qué sucederá, probablemente ni los principales actores en esta situación lo sepan (es obvio que la improvisación y la incapacidad abundan). Aceptemos los hechos como son ahora, en este momento, y no nos preocupemos del desenlace, que acabará llegando igualmente. ¿O hemos olvidado ya el apocalipsis que iba a ser la gripe A (causó menos fallecimientos que la gripe normal?), el Ébola (tampoco), y tantas otras cosas?
«No sabemos qué sucederá…» Alguien podría coger ese argumento para defender la inutilidad de, por ejemplo, los cinturones de seguridad. O las vacunas. Bueno, esto último ya lo has hecho en parte con el comentario de la gripe A.
La cuestión es el «esfuerzo» o el «gasto» que supone actuar ahora en previsión de algo que, es cierto, nadie puede prever con certeza. Ponerse el cinturón de seguridad en un coche es un esfuerzo ínfimo y, a pesar de ser imposible prever cuando lo vas a necesitar, las consecuencias de no ponérselo y necesitarlo son lo bastante grandes como para optar por ponérselo.
Se puede discutir sobre el gasto de las vacunas contra la gripe A que se compraron, pero entiendo que, como con el cinturón de seguridad, el esfuerzo se consideró pequeño frente a la posibilidad de enfrentarse a una epidemia mortal sin ellas. Ahora es fácil decir que el gasto fue inútil.