Hace unos días la excelente Valentina Raffio me entrevistó sobre si la OMS iba a incluir el burnout como un trastorno mental reconocido, o una enfermedad laboral, o qué. Y es un melón interesante, porque se mete en un tema controvertido (para algunos) como es si los trastornos de la conducta son o no enfermedades, cómo definimos la enfermedad cuando no hay marcadores fisiológicos de ninguna clase ni fallos orgánicos, y cómo al final, como decíamos en la entrada anterior, el tema es echar la culpa al individuo de algo que es un problema de su entorno.
¿No hay marcadores fisiológicos? Taquicardia, úlceras de estómago, falta de sueño,… Yo pasé por eso y fueron justamente los síntomas fisiológicos los que me convencieron de que tenía que buscar ayuda profesional.
Lo triste fue encontrarme con que en España no está reconocido como enfermedad laboral y por ende, la mutua se lavó las manos
(continúo) El buen out no es sólo fruto de condiciones laborales, alta carga de trabajo o un jefe cabrón. En muchos casos es fruto de una estructura mental no sana que debe tratarse por un profesional. Por ejemplo, exigencias creadas inalcanzables, afán de poder con todo, no pedir ayuda, pensamientos irracionales… A mí la TREC me ayudó mucho
Puedes, por supuesto, tener mejor o peor suerte con el carácter de tus jefes. Y con el tuyo propio, también: puedes tener más o menos tendencia a ahogarte en un vaso de agua, o incluso imaginar un vaso de agua que ni siquiera existe. Ambas cosas podrían tener, en teoría, un remedio al alcance de uno mismo: buscar otro trabajo, para el primer problema; ir a terapia, para el segundo.
Pero cuando la precariedad es la norma, el trabajador se aferra al trabajo, a cualquier trabajo, el mayor tiempo posible. Porque es agotador buscar, y es aún más agotadora la idea de que buscar es un esfuerzo inútil, que cualquier trabajo será, o una mierda, o temporal. La primera solución al problema, cambiar de trabajo, es complicada. La segunda, ir a terapia, también: vivir en precariedad crónica implica que los gastos se llevan a rajatabla, viviendo día a día, y sin muchas posibilidades de pensar o invertir a largo plazo. Ir a terapia es tremendamente útil, y además lo aprendido te sirve para toda la vida, pero no es barato. Es una inversión fuerte y a largo plazo, que no todo el mundo puede hacer cuando más la necesita. No quiero decir, por supuesto, que los psicólogos tengáis que cobrar menos (Lo que querría es justo lo contrario: que todo el mundo tenga un salario digno para poder pagar dignamente por los servicios que contrata). Me parece que vuestro trabajo vale sobradamente lo que cuesta, y no os deseo más precariedad, que seguro que tenéis vuestra dosis. Y sí, hay psicólogos en la seguridad social, y muy buenos, pero sobrecargados de trabajo, y quemados muchos de ellos. También hay precariedad para los trabajadores de la sanidad.
La precariedad es cada vez más la norma.
Yo soy actriz, una profesión que implica en sí misma bastante inestabilidad y búsqueda contínua. La inestabilidad es otra forma más amable de decir precariedad, así que sé que vivir en la cuerda floja es agotador. Sin embargo, en mi caso ha habido un cierto grado de elección personal en mi situación: yo no prioricé la estabilidad. Eso facilita un poco las cosas, a nivel mental.
Hace diez años, mi situación (pluriempleada combinando diversos trabajos, algunos bien pagados, otros menos, buscando constantemente) me convertía en un ser peculiar dentro de mi entorno. Ya no. Muchas de las personas que sí que priorizaron la estabilidad tampoco la tienen.
Esto, claro, podría ser una percepción mía. Pero ahí van datos que apuntan a que igual no, igual no es que yo esté distorsionando:
En la Comunidad Autónoma Vasca existe una ayuda social llamada RGI (Renta de Garantía de Ingresos). La página web de Lanbide, el organismo que la gestiona (el equivalente al SEPE estatal) muestra estadísticas de los beneficiarios de RGI desde 2014. (http://www.lanbide.euskadi.eus/y94-stats/es?)
La RGI no es incompatible con ejercer una actividad laboral. A una persona sola le corresponden 644 €. A una unidad familiar de dos personas, 827 €. A una unidad familiar de 3 personas o más, 915 €. Si se trabaja, y se tienen ingresos mensuales inferiores a la cuantía mensual de RGI que corresponda, se cobra una parte. Es decir, si una persona sola cobra menos de 644, o una unidad familiar de dos personas (sumando los ingresos de las dos personas que la componen), menos de 827, o una unidad familiar de tres o más, menos de 915, sumando también los ingresos de todos ellos.(http://www.lanbide.euskadi.eus/rgi/-/contenidos/ayuda_subvencion/rgi_2015_2/es_def/index.shtml)
Desde el año 2106 estas estadísticas de Lanbide incluyen el dato del número de personas que trabajan pero cobran RGI porque no llegan a estas cantidades.
En mayo de 2019, la última estadística accesible (http://www.lanbide.euskadi.eus/y94-estadist/es/contenidos/estadistica/rgi_beneficiarios_territ_2019/es_def/adjuntos/05-Mayo/rgithcae.shtml), la cantidad total de perceptores de RGI en la CAV fue de 54.850, de los cuales 11.071 trabajaban. Un 20.18%. Es mucho, ¿no? Pero, un momento: Es que resulta que de esos 54.850 perceptores, 14.101 son pensionistas. Eso significa que el 27% de los perceptores de RGI en edad de trabajar y sin circunstancias físicas o mentales reconocidas que les impidan hacerlo, tienen trabajo. Y cobran tan poco que necesitan una ayuda social. Una de cada tres personas que cobra una ayuda social en Euskadi y puede trabajar, trabaja y cobra una mierda.
Y en estas estadísticas no aparecen las personas que cobran una mierda y no piden una ayuda social porque no saben que les corresponde. O porque les da vergüenza.
Siempre que se habla de ayudas sociales salta alguien hablando de fraude. Que son unos jetas. Que seguro que cobran más pero no lo declaran. Que prefieren trabajar en negro. Lanbide tiene un sistema de control bastante férreo. El fraude detectado en 2018 fue de un 0.71% (https://www.eldiario.es/norte/euskadi/Lanbide-detecto-casos-fraude-RGI_0_740176153.html). Por si acaso.
También por si acaso: según en qué comunidad autónoma se viva, la cantidad que se cobra por RGI puede parecer alta, suficiente para vivir dignamente. La Comunidad Autónoma Vasca es muy cara. Yo pago 640€ de alquiler por mi casa en Bilbao. Es barata según el precio de mercado de los alquileres.
Sin duda, contemplar el síndrome del trabajador quemado como enfermedad laboral puede ser beneficioso para los trabajadores, individualmente. No es lo mismo una baja por enfermedad que una baja por enfermedad laboral. Esto, en sí mismo, hace que me parezca una buena idea. El problema es que, en realidad, no es una enfermedad del trabajador, sino del mercado laboral. Y no es suficiente con reconocer legalmente los daños que produce. Si un obrero de la construcción se abre la crisma porque la empresa no le ha proporcionado un casco, vale, sí, lo reconocemos como enfermedad laboral, pero también es evidente que la empresa se está pasando por el forro la legislación de seguridad laboral, y que ha puesto al trabajador en un riesgo evitable e inaceptable. Mantener a los trabajadores en situación de precariedad crónica es lo mismo que tener a una persona en una obra sin casco. Necesitamos también una legislación que no lo permita, no sólo un parche cuando ya ha sucedido.
(Vaya, que me he puesto a redactar un comentario, y me he venido arriba y me ha salido un mítin…)