Uno pensaría que, dado que tomamos muchísimas decisiones al cabo del día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, decidir debería ser algo que nos saliera súper bien. Sin embargo, los seres humanos, como ya hemos visto, somos máquinas de jodernos la existencia con malas decisiones, que tomamos muchas veces pensando que en aquel momento parecía una idea buenísima.
De hecho, en su día hice el propósito de iniciar una serie sobre los errores que cometemos al decidir. Porque muchas de nuestras decisiones son una mierda: por ejemplo, casi 7 de cada 10 matrimonios acaban en separación. Pensadlo, una de las decisiones más clave que tomamos, la elección de nuestra pareja (idealmente para siempre), y la mayoría de veces la cagamos. El número se incrementa en segundas nupcias, o sea que no parece que escarmentemos, al contrario.
En el ámbito profesional no somos mejores, como ya vimos en la entrada anterior de esta serie. Da igual la formación (MBA, JAJAJAJAJAJAJA), preparación, o cuántas personas haya en el comité. Como decíamos ayer (ayer hace dos años, por eso me autocito):
Mirad, lo importante en la toma de decisiones es el proceso, mucho más que el resultado. Y en cada uno de los pasos de ese proceso hay una tendencia a cometer un cierto tipo de error. Debería ser algo así:
- Te encuentras ante una decisión.
- Analizas las opciones.
- Tomas una decisión.
- Vives con ella.
Pero esto es el ideal, la realidad viene a ser algo más como:
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Te encuentras ante una decisión. Pero como tienes una perspectiva muy estrecha, se te escapan muchas opciones.
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Analizas las opciones. Pero en realidad, gracias al sesgo de confirmación, sólo analizas aquello que confirma la decisión que ya has tomado.
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Tomas una decisión. Y a menudo las emociones que sientes en el momento te empujarán a cometer un error.
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Vives con ella. Y a menudo descubres que tu capacidad de predecir el futuro es nula y que hay muchos factores que no habías considerado.
Vamos a meternos con el primer factor.
De la estrechez de miras
En general, cuando nos ponemos delante de una decisión, solemos contemplarla en términos binarios. Por ejemplo, ¿rompo con mi pareja o no? ¿PSOE o PP? ¿Playa o pueblo?
De acuerdo con un estudio de Fischoff (1996), los adolescentes a menudo se plantean sus decisiones de manera ya no binaria, sino completamente carente de opciones. En realidad, muchas (la mayoría de) «decisiones» eran en realidad declaraciones de intenciones, como «dejaré de preocuparme de lo que opinen los demás». El segundo tipo más común de decisiones eran decisiones «sí o no». Entre ambas, sumaban el 65% de las decisiones descritas por las adolescentes del estudio.
Jajajaja, estúpidas adolescentes, ¿verdad? Pues no, las organizaciones y los adultos seguimos funcionando igual. La decisión se atasca en nuestro foco de atención y, a menudo, sólo contemplamos una opción, un camino. «¿Voy a la fiesta o no?» Igual, si tenemos más luces podemos pensar «¿Voy a la fiesta toda la noche, o voy a ver el partido y luego un rato a la fiesta, o estudio un poco y luego voy un rato a la fiesta?» Ya, pensaremos, es un adolescente, pero por ejemplo, un estudio clásico de Nutt (1993) analizó 168 decisiones diferentes en diferentes empresas, con una metodología bastante exhaustiva, y encontró que sólo el 29% de las decisiones contemplaban más de una opción (las chicas adolescentes del estudio de Fischoff sólo contemplaban más de una opción el 30% de las veces). O sea, las organizaciones decidían de un modo similar a las adolescentes. Nutt también encontró que las decisiones que contemplaban más opciones solían ser más acertadas al final, el riesgo de error era menor.
¿Y esto por qué? Probablemente porque cuando sólo tenemos una opción, lo que hacemos es buscar argumentos en contra y a favor, en vez de preguntarnos si hay otra manera o, más aún, si podemos hacer más de una cosa. Muchas veces, en vez de pensar «¿qué hago, A o B?», podríamos plantearnos «¿hay alguna manera de hacer A Y B? ¿Hay alguna C que no esté viendo?» A menudo tenemos muchas más opciones de lo que pensamos.
Vale, todo esto está bien, damos asco razonando, cualquier aficionado a la psicología lo sabe. Si nos estamos planteando una decisión como «sí o no», debería sonar una alarma en nuestra cabeza. OK, estupendo. ¿Qué hacemos para evitar esta estrechez de miras? Hay varias herramientas.
Ensanchar el camino
Piensa «Y, no O»
En cada decisión en que detectes que estás en una situación binaria (hago esto o lo otro / hago esto o no), piensa si hay alguna manera de hacer ambas cosas, o de hacer lo que estás dudando y alguna cosa más. Por ejemplo, si has de estudiar o ir a una fiesta, quizá puedas decidir estudiar hasta una cierta hora, e ir a la fiesta más tarde.
¿Coste de oportunidad? ¿Qué es eso?
El coste de oportunidad es un término económico que se refiere a lo que perdemos cuando tomamos una decisión. Cuando me gasto 40 euros en X, dejo de tener esos 40 euros para gastarlos en Y o en Z.
Shane Frederick se interesó por esto comprando un equipo de música. No sabía si comprar un Pioneer de 1000 $ o un Sony de 700 $. El dependiente le ayudó a decidir al decirle: «¿Qué prefieres, un equipo de música, o un equipo de música y 300 $ en discos?»
Tal cual, el pensar en las alternativas que nuestra elección podría estar desplazando a menudo nos ayuda a tomar mejores decisiones. De hecho, a raíz de ese momento Frederick dejó de estudiar ciencias ambientales para pasar a doctorarse en investigación de toma de decisiones, y eso que ganamos todos.
De hecho, sólo que te planteen que puedes guardar el dinero para comprar otras cosas hace que reconsideres tu decisión de compra más cuidadosamente, al hacerte pensar en otras cosas en las que podrías invertir el dinero. No se te ocurrirán alternativas adicionales si no eres consciente de que las estás excluyendo.
Enfocar la atención va genial para analizar opciones, pero fatal para detectarlas. Así que cuando debas decidir, una forma de evitar este problema es pensar: ¿A qué renuncio al hacer esto? ¿Qué otras cosas podría hacer con este tiempo / dinero / recursos?
Eliminar opciones
Otra posibilidad para buscar más alternativas a tu decisión es suponer que tu opción original no existe. O sea: imagina que no puedes elegir ninguna de las opciones que estás barajando. ¿Qué más podrías hacer?
Cuando visualizamos que no podemos tener una opción, nos vemos obligados a mover el foco mental hacia otra parte, a moverlo de verdad. Muchas veces si simplemente decimos «propón otra cosa», a menudo movemos el foco 2 cms, o sea, presentamos la misma opción cambiándole el color, o algo así. Hasta que no nos obligan a rebuscar una nueva opción, solemos obsesionarnos con las que tenemos.
Multipista
Aún otra técnica más: si tienes varias personas o equipos, ponlos a trabajar en varias posibles soluciones simultáneamente.
Este estudio con diseñadores web muestra una cosa muy interesante. Estos diseñadores tenían que crear un banner para una revista de webs, y se les asignó al azar uno de dos posibles procesos de trabajo. La mitad de ellos diseñaba los banners de uno en uno, recibiendo críticas en cada nuevo rediseño. Tenían que diseñar un banner, e ir retocándolo cinco veces en función de la ronda de críticas, con lo que acababan creando 6 banners.
A la otra mitad se les pidió que produjeran tres banners diferentes a la vez, luego en sucesivas rondas se reducían a dos (eliminando uno), y luego se elegía el definitivo. Todos los diseñadores crearon el mismo número de anuncios (6), y recibían la misma cantidad de rondas de críticas (5). Pues bien, los banners creados por el segundo grupo fueron considerados de mejor calidad y más creativos, y rindieron mejor en los tests. El tener varias opciones a la vez te permite triangular más fácilmente qué es lo que funciona bien y qué es lo que no, refinando el proceso más rápido que si sólo tienes una idea que tratas de mejorar.
Además, los creativos del segundo grupo se sintieron mejor durante el proceso, más eficaces. ¿Por qué? Si sólo tienes una opción, entonces te centrarás en defenderla y por tanto, las críticas a tu idea son más personales. Si has creado tres modelos, las críticas no son tan graves, porque tienes más de un diseño. El proceso multipista mantiene los egos a raya.
Y no creáis que es un proceso más lento: en realidad, los ejecutivos que sopesan más opciones, toman mejores decisiones más deprisa. La autora del estudio, K. Eisenhardt, propone como explicación que sopesar más opciones te hace tener una mejor idea de la situación, entender mejor el paisaje, lo que aumenta tu confianza en una decisión rápida. Además, parece que sopesar varias opciones debilita las intrigas y politiqueos típicos en una empresa, ya que con más opciones la gente se implica menos en todas ellas. Además, más opciones te permiten generar un plan B por si las cosas se tuercen.
Sin embargo, hay gente que piensa que tener demasiadas opciones puede llevar a una parálisis que nos impida decidir, basándose entre otros en un estudio clásico de Iyengar. Para estas personas, las técnicas de generación de opciones podrían ser un problema porque nos atascaríamos en un bucle de opciones infinitas o algo así. Sin embargo eso no es del todo cierto, y como me gusta discutir mitos, los dejamos para la siguiente entrada, que espero que no sea dentro de dos años. Hablaremos de kissinger, de mermelada, y de dos posibles enfoques, prevención vs promoción.
Recordad, a veces ni El Joker se puede decidir.
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Pincha aquí para el original de la foto de cabecera.
En la carrera decíamos que si la lógica (1 / 0; sí / no) ya es difusa… imagina la lógica difusa…
[risas. telón. fin de la cita]
Vengo a preguntar por el método que yo suelo usar: tomar decisiones consecutivas, para simplificar los pasos.
Una vez que tienes detectada una necesidad (y de esto se podría hablar otro montón) y expuestas las condiciones encima de la mesa, ¿hay que elegir entre todas ellas? ¿Es eso mejor? El ejemplo de la fiesta: “¿Voy a la fiesta o no?”
vs
“¿Voy a la fiesta toda la noche, o voy a ver el partido y luego un rato a la fiesta, o estudio un poco y luego voy un rato a la fiesta?”
Desde mi punto de vista sería «¿Me apetece ir a la fiesta?» [sí/no] Si es que sí-> siguiente paso: ¿Voy toda la noche?» [Sí/no] Si es que no -> «¿Voy al partido? ¿Estudio antes?». De este modo las decisiones parciales (sabiendo que son parciales) son mucho más sencillas, pero igual es una manera errónea de enfocarlo, no lo sé.
Se parece bastante al método multipista menos efectivo que vimos en el ejemplo 😉
Creo que sería interesante encontrar un modelo que combinase el Coste de Oportunidad, el Cost of Delay, el número de opciones, el tiempo de generación de opciones y el tiempo de decisión. De tal manera que llegásemos a tener una serie de límites que, por un lado nos «forzasen» a buscar opciones, pero por otro nos «limitasen» en base al contexto.
El problema es que ese modelo es, básicamente, incognoscible. No podemos saber a ciencia cierta el coste de oportunidad al completo, porque si me gasto 100 euros en una compra hay un número enorme de otras cosas en las que me podría haber gastado ese dinero. Lo demás es más abarcable, pero eso…
Si, pero aunque no lo fuese, al menos te forzaría a evaluar esas posibilidades. Lo cual en el mundo empresarial se hace (o debería hacer), y al menos daría una estructura para la toma de ciertas decisiones. Que es mejor que nada.
Bueno, de eso mismo estamos hablando aquí 😉