Me he desayunado (es un decir, yo no desayuno) con este interesante artículo de Javier Burgos sobre la bioneuroemoción y su relación con el Alzheimer (1). Hemos hablado hace poco de la bioneuroemoción, si lo recordáis (2). De nuevo, leed el artículo del señor Burgos, yo os estaré esperando.
¿Ya lo habéis leído? ¿Seguro? Muy bien. Estoy convencido de que os habrá gustado tanto como a mí. Repetid conmigo una vez más: las enfermedades no son la expresión de conflictos emocionales reprimidos. Los conflictos emocionales reprimidos no existen, son una mierda del psicoanálisis que los estafadores e ignorantes usan para dar pábulo a sus memeces. No existen los traumas reprimidos, la memoria no «esconde» los sucesos demasiado terribles, no queremos tirarnos a nuestros padres en secreto, no existe un inconsciente colectivo. Uno de estos días tengo pendiente un artículo sobre todas las cosas que la gente cree del psicoanálisis y que no son ciertas, aunque bueno, podría escribir sólo acerca de las que son vagamente acertadas y acabaría antes.
Es crucial recordar la diferencia entre trastorno mental y enfermedad: la enfermedad se define por unos indicadores biológicos claros. No hay tales indicadores ene el caso de los trastornos mentales. Porque son cosas distintas y separadas. El Alzheimer es una enfermedad porque existen unos síntomas fisiológicos claros, lesiones visibles y medibles y demás. No existe tal cosa en los trastornos mentales, y es más, no se ha encontrado relación entre el estado mental y el desarrollo de una enfermedad (ninguna) o su curación, jamás nunca en la vida. Sí, es cierto, ciertos aspectos psicológicos pueden influir en algunos marcadores de salud, como por ejemplo, el que si tienes estrés habitualmente tu tensión sanguínea esté elevada, o alteraciones digestivas en el caso de la depresión, pero la mente no «crea» ni «cura» las enfermedades. Eso es creer en la magia, ni más ni menos. Una cosa es que tu bienestar psicológico pueda mejorar ciertas medidas fisiológicas, y otra cosa es una enfermedad que, a menudo, tiene un origen que puede ser genético (predisposición a desarrollarla) o contextual (desde agentes infecciosos hasta tóxicos, pasando por el estilo de vida y el entorno en el que vivimos).
¿Sabéis qué es posible, a la luz de la evidencia, que sea el Alzheimer? Un tipo de diabetes 3 que afecta selectivamente al cerebro, y que se solaparía con la diabetes mellitus y la diabetes tipo 2 (3). Empieza a surgir evidencia que apunta a que esta forma de demencia podría estar relacionada con el aumento de la obesidad y la diabetes en la población, debido a la resistencia a la insulina que nos estamos produciendo con nuestros hábitos alimentarios. Y sí, entonces el alzheimer podría prevenirse con unos hábitos adecuados, o cambiando nuestra alimentación, pero lo que no va a ocurrir es que nos curemos el Alzheimer perdonando a nuestro padre por llamarnos inútiles, o abandonando las preocupaciones mundanas. Las enfermedades se previenen con buenos hábitos y manteniendo contextos favorables a la salud, y se curan con ayuda de la medicina. No existen las medicinas «alternativas», existe la medicina que funciona y lo demás, del mismo modo que no hay «psicología basada en la evidencia» y otras psicologías, hay psicología y gilipolleces especulativas. Basta ya de dar el mismo peso al resultado del trabajo riguroso de los científicos que a la especulación de los charlatanes.
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Para una excelente explicación del modelo hormonal de la obesidad, así como una gran guía de la mejor manera de combatirlo, os recomiendo El código de la Obesidad,del doctor Jason Fung (4)(5).
Estimado escritor: Uuuuuffffff, me quita usted un buen peso de encima!!!! Muchísimas gracias por su artículo!!!!
Un placer 🙂
Hola Ramón, has podido leer el último libro de Kandel, «La Nueva Biología de la Mente»? Parece que hay menos diferencias entre enfermedades y trastornos (yo personalmente lo llamadría desorden). Que lo que creemos que no podemos medir, en realidad si cuando hay mayores avances en genética u otras tecnologías.
Hola Pablo. No, la verdad es que aún no he tenido ocasión de leerlo.
Tengamos en cuenta que, aunque se logre medir (que no dudo que lleguemos a eso), no implica que eso sea una causa. Puede ser una consecuencia de los aprendizajes que llevan al trastorno. Veremos 😉