Mi compadre Eparquio Delgado ha colaborado con José Antonio Pérez en un artículo sobre la adicción al sexo (1), que me parece interesante comenzar, debido a la polémica reciente en Hollywood por los casos de acoso sexual protagonizados por el productor Harvey Weinstein.
Dice el artículo:
El productor cinematográfico Harvey Weinstein ha sido acusado de agresión sexual por 44 mujeres, y la lista promete seguir creciendo en los próximos días. Casi desde el mismo momento en que el escándalo salió a la luz, la productora a la que pertenecía se encargó de airear que Weinstein no era un violador sino un enfermo. Una víctima de sí mismo. Incluso se anunció que estaba acudiendo a terapia para tratar de superar su supuesta adicción.
Mi compadre Eparquio es escéptico con la existencia de ese trastorno, y con buen motivo, porque la definición de trastorno mental está bajo bastante crítica, hasta el punto que la última edición del Manual Estadístico de Diagnóstico, el DSM-V ha nacido muerto, debido a la controversia en torno a los criterios de definición.
Básicamente, los trastornos se definen y revisan por el criterio de un comité. No hay más criterios objetivos que esos. Y como cabe esperar, el proceso no está exento de críticas, porque qué puede salir mal si todo el criterio es un conjunto de opiniones. Recordemos que no hay marcadores biológicos para ninguno de los trastornos mentales conocidos, al menos no hasta la fecha. La controversia ha sido tal que el DSM ha dejado de ser considerado válido por la administración de EUU, que no financiará investigaciones basadas en ese manual. Nos queda el otro manual diagnóstico, la CIE-10, que será sustituida por la 11 en enero de 2018. La CIE – 10 no reconoce el trastorno de adicción al sexo, o hipersexualidad.
Este cómic de Penny Arcade lo resume todo muy bien: al parecer Tyger Woods no se tiraba a modelos de bikini (estando él casado con una modelo sueca de bikini) porque, simplemente, le gustaba el sexo extramarital. Es que tenía que tener una enfermedad.

Y ese es el problema con los trastornos de adicción no ligados a sustancias. No se trata, a mi entender, tanto de si existen o no, como que al estar tan pobremente definidos en términos de conducta, son la excusa perfecta para que un tipo de depredador sexual o un violador lo use como excusa atenuante en un juicio. A fin de cuentas, veamos los criterios del DSM – V que Eparquio y José Antonio Pérez citan en su artículo:
Según el DSM, hay cuatro criterios para determinar si un paciente sufre un «trastorno de hipersexualidad»:
1. Presentar fantasías, impulsos o conductas sexuales intensas y recurrentes durante al menos seis meses.
2. Presentar un malestar significativo o un deterioro social o personal notable que tenga como origen esas fantasías, impulsos o conductas sexuales.
3. Que esas fantasías, impulsos o conductas sexuales no sean producto de agentes externos como drogas.
4. Que la persona tenga más de 18 años.
Esto, como dicen en Cataluña, es can pixa, que es como decir en mi tierra el coño de la Bernarda. El criterio 1, todos los adolescentes lo cumplen, según como lo miren. El segundo criterio es completamente vago: ¿qué es un deterioro «notable»? ¿Lo que diga el paciente? ¿Lo que le parezca al médico? El criterio 3 pues bueno, lo diferencia de las drogas. OK. Y el cuarto es arbitrario. ¿Por qué una persona de 15 años no podría mostrar este trastorno?
Y ya puestos a seguir: ¿por qué no considerarlo como una variable del Trastorno Obsesivo Compulsivo? Tiene muchísimos elementos en común. Además, la eficacia de los tratamientos en las adicciones no ligadas a sustancias es bastante dudosa. Si es cierto que de verdad el paciente experimenta pérdida de control sobre su conducta, hay herramientas eficaces. Y qué curioso es que los trastornos de adicción al sexo parecen diagnosticarse sobre todo a personas ricas que se ven implicadas en delitos de índole sexual.
La definición de la «adicción al sexo» forma parte de una tendencia a la medicalización de conductas que no tenían por qué ser consideradas patologías. Hoy día, de acuerdo con el DSM – V, a poco que un niño sea un niño, puede diagnosticarse con un TDAH. Y esto es una realidad preocupante. Abajo tenéis un demoledor artículo de Allen Frances, el coordinador del DSM – IV, y uno de los principales críticos del DSM-V, argumentando el por qué esto es un desastre metodológico y científico (2).
En general, soy muy escéptico de las personas que aluden a adicciones no debidas a sustancias como excusa de sus conductas criminales. La única excepción sería la ludopatía, que es un trastorno de la conducta bien descrito y correctamente tipificado. Pero cuestiones como la adicción al sexo, que a menudo acaban siendo simplemente una excusa de tipo judicial, deben mirarse con cuidado.