Va, venga, vamos a ponernos alegres.
Tienes una infección bacteriana que no se irá nunca. Necesitas un tratamiento abrasivo en tu sistema digestivo al menos tres veces al día, y visitas regulares al médico durante el resto de tu puta vida. Si lo haces, no tendrás mucho problema. Si no lo haces es muy probable que se pudra un trozo de ti. Vale, no es una sentencia de muerte, pero qué palo ¿eh?
Estamos hablando de lavarse los dientes, muchachos.
¿A que lavarse los dientes es una tarea sencilla y no una carga monstruosa? Claro que no: porque no te pasas el día contemplando la montaña de cepillados de dientes que te quedan por hacer antes de morir. No. Ni en la de veces que te has de peinar. O en la de veces que has de ir al baño. Sólo tienes que pensar en la siguiente vez.

Cuando queremos cambiar, necesitamos un por qué que nos podamos creer, o no lo haremos. Pero incluso teniendo un por qué, fallamos porque pensamos en la tarea en su totalidad, y a nuestro cerebro eso no le gusta. Es como ponerte a pensar en la oposición que has de hacer, y en esa montaña de texto que estudiar para esa fecha que queda tan lejos… A tu cerebro se le antoja una tarea monumental.
Cuando te lavas los dientes tu meta a largo plazo (tener dientes) se olvida en favor de una tarea pequeña (el cepillado que te toca en ese momento). Conseguimos alcanzar la meta global a base de no pensar en ello. ¿Y sabes qué? Si consigues aplicar esa idea a cualquier cosa, eres capaz de hacer lo que te propongas. Cualquier cosa.
Cuando has de acometer una tarea, no has de pensar en lo que te queda por alcanzar hasta el final. Sólo existe lo que te toca hacer hoy. Y a menudo eso es abarcable.
Gene Wolfe es un escritor muy prolífico de fantasía y ciencia-ficción. Lleva muchos años en ello, y ha escrito miles y miles de páginas, una cantidad que hace que Juego de Tronos parezca un folleto del Media Markt a su lado. Y durante 14 años, lo hizo mientras trabajaba como ingeniero.

Gene Wolfe sólo tiene un «secreto» para ese éxito. Cada día escribe dos páginas. Dos putas páginas. El resto del día lo dedica a revisar otros textos, hacer promoción, o hacerse fotos como la de arriba. Dos putas páginas. Eso sí: las hace como el lavarse los dientes. Cada día, sin vacaciones, sin librar, sin excusas. Es como lavarse los dientes o irse a mear. No se dice a sí mismo «hoy hace un día muy bonito / feo / claro / lluvioso / es temprano / tarde…» Todos los días son día de escribir. Dos páginas. En 365 días, son 730 páginas. Eso son dos novelas de tamaño medio, o un tochaco. Mira, ahí lo tenéis. El secreto de ser un escritor es sentarse a escribir un poco cada día. Son 10000 por el consejo.
¿Por qué fracasamos? Porque nuestro estúpido cerebro no puede dejar fácilmente de pensar en todo lo que viene después. Tiende a hacer películas de lo que queda por hacer, y claro, es tanto, es tan difícil. Escribir todo, revisar, mandar a un editor, que lo acepte, promocionar…
¿Quieres ponerte en forma? Olvídate de toda esa mierda de las metas, y los pósters motivacionales de tíos rajados diciendo imbecilidades, y eso de que cuando lleves x meses levantarás tanto o pesarás tanto menos o se te marcará lo otro. Simplemente haz algo todos los días. Procura hacer un poco más o algo más difícil cada día. Cuando estés en ello, no pienses en lo que te queda. Sólo quieres hacer una repetición más. Una más. Hasta que acabas.
¿Quieres dejar de fumar? Es horrible pensar que no fumarás nunca más. Es más fácil pensar que no tienes que fumar hoy. Date permiso para fumar mañana, sólo tienes que aguantar hoy.
No dejes que tu mente te engañe. No pienses en metas. Piensa en el siguiente paso. Sólo eso.
La idea me recuerda un poco a Michael Ende en Momo, cuando (apenas recuerdo el libro) el barrendero le explica que barrer una calle parece una tarea inabarcable, interminable, mientras que, en realidad, sólo hay que barrer este trozo de aquí, luego dar un paso, barrer ahora esta parte, luego otro paso… Y así se termina barriendo la calle. 🙂
Es justamente eso. Qué gran ejemplo 🙂 Gracias.
Muy cierto. Vivo con una mujer que hace justo eso. Una ilustración diaria, una salida a pintar cada mes. Y poco a poco va reuniendo una obra impresionante.
A principio de este año empecé a aprender programación. Cuando vi que no era algo que se aprendiera en dos días, decidí practicar en algo un día y otro hasta que lo supiera. Cuando acababa, iba a otra cosa. Y sí, funciona.