He escrito ya recientemente sobre las bondades de seguir blogs, newsletters y otros medios de expresión consolidados. Una de estas newsletters es la de Nick Cave, el cantante. Se llama The Red Hand Files.
The Red Hand Files tiene una idea muy sencilla: Puedes escribirle un email a Nick Cave, y en cada número de la newsletter Nick coge y contesta a uno o más de sus seguidores. Contesta de manera delicada y personal, con las tripas, sin guardarse nada y sin editar. A menudo las respuestas son de una profundidad sorprendente. Debe decirse también que, en general, las preguntas están muy a la altura: entiendo que debe recibir montones de emails y seleccionará quizá los mejores. Pero aún así es fascinante ver un contacto tan directo entre artista y audiencia.
En el último número, Nick Cave contesta a un fan de Croacia que le pregunta si reza, quizá con su familia o amigos. La respuesta me dejó sobrecogido, no sólo por su humildad, sino por la tremenda calidad del pensamiento de Nick Cave, y su (probablemente) involuntario análisis de la conducta de rezar, una conducta que a menudo a los no creyentes nos puede llenar de estupor.
Nick Cave no sabe si alguien escucha la oración o no. Cree que sus seres queridos, por quienes reza, se benefician de alguna manera, pero admite que no tiene la menor evidencia de ello. Por otro lado, lo ve como una manera de enfocar toda su atención sobre un problema, y de esa manera obtener guía cuando ha de decidir. La conducta de rezar sería entonces una conducta enfocada a poner su atención bajo control. Es un ritual que sirve como disparador de una conducta, siendo el reforzador la sensación positiva de claridad y una mejor resolución de problemas.
Al margen de esto, no me digáis que su conclusión acerca de si el mundo es cruel no es demoledora. A la pregunta de si el mundo es cruel, Cave afirma que no es tal, sino indiferente, y concluye:
If one acknowledges this state of affairs, then it sets up a situation that allows us to make a simple choice – either we respond to the indifference of the universe with self-pity and narcissism – as if the world has in some way personally betrayed us – and live our lives in a cynical, pessimistic and self-serving manner; or we stand tall, set our eyes clearly upon this unfeeling universe and love it all the same – even though, or especially because, it doesn’t love us. This act of cosmic defiance, of subversive optimism, of unconditional and insubordinate love, is the greatest act of human beauty we can perform. To stand before this great, blank, heartless cosmic event and say: ‘We believe in you’. ‘We love you’. ‘We care for you’. This is the definition of grace, Gianelli, and this is the epiphany you speak of. We create our own divinity, our own Godliness, through our ferocious need. We yearn the heavens awake, and if we are quiet, in prayer or in meditation, sometimes we can feel the heavens stirring, breathing our fragile and reckless love back through us.
Nick Cave en The Red Hand Files
La poesía en esa descripción es sorprendente, y es algo magnífico. Bola extra de bondad y belleza si queréis: aquí podéis leer cómo Nick Cave contesta a un fan australiano de 10 años. La cara del chaval debió ser para verla.
Por otro lado, y ya que hablamos de tesoros de la humanidad, hay otro que resalta especialmente para alguien como yo, a quien no le suelen gustar los musicales y que no sabe bailar, este alguien es Fred Astaire, vía el maravilloso Alan Jacobs.
Jacobs cuenta que hace años vio una entrevista con el gran Baryshnikov donde este decía que ver a Astaire en una película lo dejó hundido porque pensó Si hasta la gente de las películas baila así en América, qué posibilidad tengo yo de llegar a ser grande. Por suerte, acabó por darse cuenta de que sólo Astaire era capaz de hacer lo que hacía. Ese hombre de facciones corrientes, que se iba quedando calvo, con una cabeza un poco como una bombilla, no era normal. En palabras de Zadie Smith, era trascendente. Del mismo modo que la escritura y la música de Nick Cave, es algo que vemos que es físicamente posible porque un humano lo hace, pero al mismo tiempo sabemos que es una idea fantástica porque nadie nunca podrá hacer lo que ellos hacen.
Haceos un favor y mirad este corte de 1937 donde Astaire baila con una batería entera, y decidme si, como a mí, cualquier mal humor no se os va al contemplar esto. A mí me ha alegrado.
Me quedan en promedio 12426 días de vida. Mejor invertirlos bien 😉