Todo el que tiene pene, sabe que a menudo éste piensa por su cuenta y tiene vida y decisiones propias, y a veces decide que es la hora de saludar cuando menos te gusta, y que a veces también decide que pasa de trabajar cuando más le necesitas.
Esta es una experiencia común, e ilustra muy bien de qué maneras nuestro cuerpo a veces parece ir por sitios por donde la mente consciente no quiere ir. Mi mujer es la persona con la peor cara de póker del mundo, es más, a veces parece como si tuviera músculos extra en la cara para ser aún más expresiva de lo que es, de modo que cuando le pasa cualquier mínima cosa se lee como un libro abierto, lo quiera o no.
Y esto es así, en parte, porque los seres humanos tenemos más de un cerebro.

I. LA MENTE CONTRA EL CUERPO
En nuestra entrada anterior empezamos a esbozar la idea de que, para poder cambiar a mejor la vida es necesario entender primero que nuestra mente está dividida de cuatro maneras. La primera es la división mente-cuerpo, o lo que es lo mismo, el antagonismo ocasional entre el sistema nervioso central y el autónomo.
Hace un momento decíamos que los humanos tenemos más de un cerebro. Esta es una idea sólo parcialmente metafórica, porque realmente hay áreas de nuestro sistema nervioso que funcionan casi como un cerebro propio. Están en nuestras tripas.
Nuestros intestinos tienen una red de más de 100 millones de neuronas, que es lo que hace falta para controlar una refinería tan complicada como es el sistema digestivo: lo lógico sería pensar que este cerebro visceral recibe órdenes del cerebro de la cabeza y hace lo que le mandan. La realidad, claro, es otra. De hecho, si seccionamos el nervio vago, que une el cerebro con el intestino, la red neuronal de éste sigue funcionando.
¿Has tenido colon irritable? Eso es tu cerebro visceral tratando de hacer limpieza en la tripa. Cuando detecta una infección, sufrimos ansiedad. Y si has tomado antidepresivos y has sufrido náuseas, eso es porque muchos antidepresivos afectan a la serotonina, y ese neurotransmisor es clave en la función del cerebro visceral.
Conclusión: muchas funciones de tu cuerpo están en principio fuera del control de tu mente consciente.
II. IZQUIERDA CONTRA DERECHA
Nadie sabe por qué es así, pero muchas funciones en el cuerpo están controladas por el hemisferio del lado contrario. Si sufres una lesión en el lado izquierdo de la cabeza, puedes perder la movilidad de la mano derecha. ¿Cómo lo descubrimos? Por supuesto, cortando cerebros por la mitad.
En los años 60, un cirujano llamado Joe Bogen buscaba la manera de ayudar a personas con crisis epilépticas. Las crisis se deben a focos de neuronas que disparan de manera incontrolada. Lo peor es que estos focos se propagan, y si pasan de un lado al otro del cerebro es cuando la cosa se pone realmente mal. Bogen pensó que si cortaba el cuerpo calloso (la masa de tejido nervioso que une las dos mitades del cerebro), evitaría que los focos epilépticos se propagaran por el cerebro.

Para que os hagáis una idea de lo majara que sonaba todo esto, pensad en una cosa: el cuerpo calloso es la masa de nervios más grande y densa del cuerpo. Lo que sea que haga, tiene que ser muy importante. Aún así, Bogen llevó adelante su procedimiento porque bueno, había que ver qué pasaba.
La investigación en animales ya había mostrado que, tras unas semanas de la operación, los animales volvían a una normalidad aparente. O sea, que al menos no parecía que te fueras a morir de una comisurotomía. Y funcionó. Los pacientes demostraron una enorme reducción en los ataques.
Eso no quiere decir que no pasara nada. El equipo de Bogen cogió a un psicólogo joven llamado Gazzaniga, para evaluar si había pérdidas de habilidades en los pacientes. Se sabía que ciertas funciones estaban dominantemente asignadas a un hemisferio, y otras al otro. Así, por ejemplo, el lenguaje se ubica principalmente en el hemisferio izquierdo, como demostraban los estudios sobre pérdidas del lenguaje tras lesiones en esas áreas. Así mismo se sabe que los nervios del lado izquierdo se conectan con el hemisferio derecho, y viceversa, de modo que cada hemisferio recibe información de la mitad del mundo del lado opuesto. Nadie sabe por qué es así, pero es así en la mayoría de animales superiores. Y se sabe que el hemisferio izquierdo tiende a hacer más tareas analíticas, y el derecho tiende a hacer reconocimiento de patrones (como por ejemplo, las caras), reconocimiento de detalles y cosas así. Estas cosas se sabían gracias a los enormes avances en el campo de la neuropsicología que se dieron en la Segunda Guerra Mundial: nada como tener enormes poblaciones de pacientes con herida de bala y metralla en la cabeza para poder ver qué función se pierde cuando un área del cerebro se lesiona. ¡Gracias, Hitler! Por cierto, de esta dualidad es de donde viene la estúpida idea y sobresimplificada idea de que los artistas funcionan con el hemisferio derecho, y los científicos con el izquierdo.
El caso es que Gazzaniga empezó a realizar experimientos con estos pacientes de cerebro dividido, en los que presentaba información a un sólo hemisferio: pedía a los pacientes que miraran a un punto fijo, y presentaba información durante una fracción de segundo a un lado de ese punto, de modo que la información sólo llegaba a uno de los hemisferios. Y encontró cosas interesantes: por ejemplo, si presentaba una imagen o una palabra (e.g., sombrero) a la derecha de ese punto, de modo que lo procesaba el hemisferio izquierdo (lenguaje), cuando se le preguntaba al paciente si había visto algo te decía «un sombrero.» Si lo presentabas al otro lado, de modo que lo procesaba el hemisferio derecho, el paciente te decía que no había visto nada. Pero si luego te enseñaba la imagen correcta en una tarjeta, el paciente te identificaba esa imagen aunque no era consciente de haberla visto. Había otra especie de inteligencia no verbal en el hemisferio derecho, que sólo podía comunicarse por la mano izquierda.

Pero aún pasarían cosas más raras: Gazzaniga enseñaba imágenes diferentes a cada hemisferio (por ejemplo, una garra de pollo en el lado derecho, y una casa y un coche cubiertos de nieve en el izquierdo). Tras la presentación de las imágenes (recordad, las imágenes se presentan una fracción de segundo), se presentaba al paciente un conjunto de imágenes para que decidiera cuáles iban con cuáles. La mano derecha del paciente señalaba la garra del pollo (porque era lo que su hemisferio derecho había visto) pero la izquierda señalaba la imagen de una pala. Cuando se le preguntaba por qué pensaba que ambas iban juntas, el paciente no daba una respuesta honesta como: «No tengo idea de por qué, simplemente me parece que van juntas». No señor. En vez de eso, el hemisferio izquierdo se inventaba rápidamente una historia plausible: «No, es obvio, la pala va con la pata de pollo porque claro, la garra va con el pollo, y necesitas una pala para limpiar el gallinero.»
Y esta es la clave que tenéis que sacar de esta división: las personas estamos constantemente inventando justificaciones ficticias para nuestras conductas inexplicables, y ese fenómeno se llama confabulación. Este fenómeno era tan frecuente en los pacientes de cerebro dividido que Gazzaniga acabó por referirse a los centros del lenguaje del hemisferio izquierdo como «el módulo de interpretación», cuyo trabajo es hacer una traducción simultánea de lo que estamos haciendo y nos pasa, una especie de comentario constante para nosotros mismos que da sentido y coherencia a nuestras vidas (como esas pistas de audio que nadie escucha en los extras del DVD de las películas, con el director y los actores contándote su vida mientras ves la peli). Y el módulo intérprete hace este trabajo incluso si no tiene acceso a las razones verdaderas de nuestra conducta, incluso si en realidad no sabe por qué hemos hecho algo. El intérprete es muy bueno creando explicaciones, pero no es bueno dándose cuenta de que se las inventa. Y así, nos creemos nuestras mentiras.
¿Queréis algo de miedo? ¿Habéis leído La Mitad Oscura, de Stephen King? Bien, pues hay pacientes con el cerebro dividido que han demostrado que a menudo el hemisferio derecho y el izquierdo combaten, y libres de la cooperación forzosa que impone el cuerpo calloso (porque se lo han seccionado, ¿recordáis?), pueden desarrollan síndromes como el de la mano alienígena, donde el paciente encuentra que una mano (generalmente la izquierda, claro) desarrolla conductas en contra de la voluntad del paciente, como coger el teléfono y negarse a pasarlo a la mano derecha para que el paciente se lo pueda poner en el oído. O volver a poner en la percha la camisa que el paciente eligió ponerse por la mañana. O agarrar la mano derecha del paciente para impedirle hacer lo que sea que el paciente quiere hacer. O, en algún caso, tratar de estrangular al paciente. Tu propia mano izquierda, tratando de matarte.
¿Recordáis la metáfora del Jinete y el Elefante? Bien, pues de acuerdo con Gazzaniga, el Jinete es el módulo intérprete. Cuando no puede controlar al Elefante, se inventa una explicación para que parezca que esa había sido su intención todo el tiempo. En las siguientes entradas veremos muchos ejemplos del Jinete confabulando.
¿Conoces el libro de Betty Edwards «Aprender a dibujar con el lado derecho del cerebro»? Básicamente es un curso de dibujo. Yo aprendí a dibujar sin haberlo leído, pero mi experiencia fue que en conjunto es bastante útil. Mis apreciaciones al respecto de las dificultades al aprender dibujo (y de otros pintores que conozco, incluidos mis profesores) son semejantes a las del libro. Lo que quiero decir es que en general, como método de dibujo, me parece que va directo al meollo y que funciona muy bien.
Te lo pregunto porque sí habla de los hemisferios cerebrales y la típica división de funciones. Explica que el tema está en estudio por la neurociencia y que lo ha simplificado en su libro. Pero también que d se ha asesorado con neurocientíficos al escribirlo y revisarlo.
Ya digo, no sé si hace una simplificación inadecuada y demasiado grosera. Pero al menos como libro de ayuda en el aprendizaje del dibujo, es de lo mejor que conozco. Me gustaría saber en qué si planteamiento teórico se equivoca y en qué no se equivoca para mis clases.
No se equivoca. Simplemente, como ella misma dice, es una simplificación, así que debes presentarlo como tal.
Y sí, es un libro excelente. A mí me lo recomendaron en clases de neurociencia en la faculta 😉
Je je, qué bien, estaba un poco preocupado… A mí me pareció siempre un libro de los que da gusto leer. Bastante serio, ameno… Hasta bonito. En dibujo, ya te digo, creo que describe el proceso de aprendizaje del dibujo (que es muy frustrante porque nunca estás seguro de tus avances reales) muy bien. Yo se lo recomiendo mucho a mis alumnos.
Por cierto, me gusta que vayas dividiendo estas series en trozos. Las tocho-entradas son más difíciles de digerir. Tengo tendencia a escribirlas pero intento corregirme últimamente, creo que al final se escribe mejor a pocos y los lectores podemos saborearlo más.
Había leído algo de que en el cerebro de los mamíferos se pueden encontrar estructuras que se parecen a a la de los reptiles u otros animales, pero debo admitir que no me figuraba que algunos lo expresaran como tener varios cerebros. Habré de investigar…
En El instinto del lenguaje, de Pinker, se habla mucho de la afasia y de sus efectos sobre la capacidad de expresarse.