Mi amiga Gemma me mostró esta joya de post (1), y pensó que daba para una entrada. Y tenía razón. El texto dice:
No castigues la conducta que quieres ver más a menudo.
Quiero decir, es bastante evidente cuando se explica así, ¿verdad?
¿Pero cuántas familias, cuando un niño o un miembro introvertido hace un esfuerzo por socializar, dicen con sarcasmo, «Vaya, así que has decidido unirte a nosotros”?
¿O cuando alguien hace algo que le ha costado hacer, le dicen «¿Por qué no puedes hacer eso todo el tiempo«? (Eso me ha pasado frecuentemente, también.)
O cualquier frase que contiene la palabra “por fin”.
Si alguien da un paso, un paso pequeño, en una dirección que deseas animar, anímale. No te quejes de que no es suficiente. No saques el pasado. Anímale.
Porque os juro por el puto Dios que no nada que mate más tu alma, que aplaste más tu motivación, que intentar tener éxito y darse cuenta de que tanto el éxito como el fracaso son castigados.
Hay una cosa que a muchos pacientes no les gusta oír, y que sale con especial frecuencia en la terapia de pareja. Y es el hecho de que muchas veces la conducta de las personas a nuestro alrededor está controlada por la nuestra, y por ello, muchas veces nosotros reforzamos cosas que no queremos (como el niño que recibe atención y golosinas cada vez que monta una rabieta), o no reforzamos (o sea, que extinguimos) las conductas que sí queremos ver, o incluso a veces, como indica el texto citado arriba, las castigamos. En definitiva: con mucha frecuencia, para cambiar la conducta de los que están con nosotros, hemos de cambiar nuestra conducta primero. Esto es algo elemental, en realidad, es lo más básico en modificación de conducta: la conducta está gobernada por sus consecuencias (2).
De todos los posibles refuerzos de una conducta, el refuerzo social es uno de los más poderosos, especialmente por parte de las personas más cercanas. Y por eso mismo, la falta de ese refuerzo o los estímulos aversivos ejercen un esfuerzo muy potente sobre la conducta. Lo que hacemos es aún más importante a la hora de modificar la conducta de aquellos a los que queremos.
Si queremos que alguien haga algo de manera diferente, además de pedirlo hemos de asegurarnos de recompensar y reforzar esa conducta cuando se produce, cada vez que se produce. Y no, los comentarios correctivos no ayudan. Hazlos en otro momento. Pedir que se haga en más ocasiones no ayuda. Hazlo en otro momento. Recordar todas las veces que la persona no lo ha hecho bien no ayuda. Hazlo en otro momento. Porque lo que estás consiguiendo es convertir la conducta deseada en una conducta castigada por pura asociación.
Martin Seligman acuñó junto con Overmier en 1967 el término «indefensión aprendida» en un experimento clásico de aprendizaje animal, para describir un estado en el que un organismo percibe que no hay relación de contingencia entre su conducta y las consecuencias de la misma. Esto es, que haga lo que haga uno, da igual porque las consecuencias están fuera de su control.

En los experimentos de Seligman y Overmier, se sometía a los perros a descargas eléctricas, que podían evitar en uno de los grupos experimentales de diferentes maneras (presionando una palanca, o pasando de una parte de una caja dividida en dos por una barrera baja a la otra). Los perros de este grupo rápidamente aprendían a evitar las descargas.
En el otro grupo experimental, los perros no podían evitar las descargas, hicieran lo que hicieran. Seligman y su equipo observaron que los perros de este grupo mostraban un estado de apatía en el que abandonaban todo intento de evitar las descargas, y se limitaban a gemir. Esto llevó a Seligman a pensar que los perros mostraban una conducta similar a los pacientes diagnosticados con depresión, y por ello buscó replicar estos experimentos en humanos.
Seligman replicó este experimento poniendo a los sujetos en situaciones en las que tenían que afrontar pequeñas descargas, o ruidos desagradables o, posteriormente, el tener que resolver problemas que, en realidad, no tenían solución. Los sujetos en condiciones de indefensión mostraban un déficit conductual, motivacional y emocional, similar al observado en perros, que llevó a Seligman a formular la indefensión aprendida como una teoría explicativa de la depresión.
La teoría de Seligman ha recibido bastantes críticas (3)(4), e igual otro día hablamos del movimiento que formó en los 90 llamado Psicología Positiva y que es, en mi opinión, un tumor bastante fuerte. Sin embargo, hay una idea que sí reviste validez y que es importante tener en cuenta: si pensamos que da igual lo que hagamos porque no vamos a conseguir nada, o vamos a ser castigados hagamos las cosas bien o mal, el incentivo para hacer esas cosas desaparece por completo. Y a menudo somos nosotros los que provocamos este estado en los demás, no siendo capaces de reforzar los intentos del otro de cambiar su conducta a mejor.
Así que, cuando alguien hace algo que piensas que es bueno, recompénsalo. Sin peros, sin matices, sin más. Lo que tengas que criticar o matizar, en otro momento. No conviertas una conducta deseable en una conducta castigada.
ENLACE
- Post de Tumblr de Olofa.
- «Modificación de conducta: qué es y cómo aplicarla». Martin, G y Pear, J. Pearson Educación (2008).
- Crítica de Vázquez-Valverde y Polaino-Lorente al modelo de Seligman.
- Crítica de Palenzuela.
Muy buena entrada, gracias por poner en palabras sencillas algo que debería de ser sentido común.
Muy bueno! En tu línea. Una versión en negativo de algo similar sería el dicho “a enemigo que huye, puente de plata” (si un adversario detiene su comportamiento contra ti… ¡facilítaselo!)
Hola, gracia por el post y el blog en general.
Una pregunta, ¿Cómo va cuando entre humanos hay una relación inconstante? Una persona trata a otra bien aleatoriamente y mal aleatoriamente, con el tiempo pasa que de hecho lo más espaciado y aleatorio es el bien pero va ocurriendo a veces. Y la otra persona está medio desquiciada porque no entiende el patrón, no sabe a que atenerse, intenta ver cual es el comportamiento correcto para que esta persona deje de hacer la parte de tratar mal o ser distante y como fomentar los momentos en los que la persona se porta bien pero no se puede determinar, y está enganchada ahí. ¿Cómo se sale de ese bucle y cual es la parte psicológica que hace que nos podamos enganchar a este comportamiento tan inconstante?
También, y disculpame por la longitud de esto, ¿qué pasa si te desarrollas desde niño con alguien así?.
Eso se llama programa de refuerzo de razón variable aleatoria y es el mecanismo que usan las tragaperras para engancharte. Es lo mismo que ocurre en muchas situaciones de maltrato. Cuando una recompensa aparece de forma aleatoria al realizar una conducta, tendemos a realizar esa conducta de manera compulsiva.
Esa persona que te trata así debe desaparecer de tu vida lo antes posible.