Esto es lo que te detiene, lo que te impide hacer las cosas. Estos son los fallos.
1. El lugar de trabajo perfecto.
Todos los artistas – probablemente todo el mundo – tienen en su mente el lugar de trabajo perfecto. “Si sólo pudiera trabajar en tal y tal sitio…” Olvídalo. Eso siempre falla. Siempre, todas y cada una de las veces. Hay distracciones, que te roban energía, pero no son tan graves. A muchos les sorprendería saber que este blog se ha escrito en gran medida en lugares nada ideales, en trenes, aeropuertos, cybercafes, y demás.
En esta web hay algunos espacios de autores famosos. A primera vista podrías pensar que son la hostia, pero mira mejor. Casi todos son habitaciones y oficinas atestadas de cosas (o prácticamente desnudas). Fueron creadas por necesidad. No fueron diseñadas, evolucionaron orgánicamente a lo largo del tiempo
Podemos mirar esta foto:
«Mira, está escribiendo en un sitio ideal.» ¿En serio? ¿Haldeman ha escrito más de 20 libros con una pluma y lámparas del siglo XIX? Investiguemos un poco:
La vida real en casa sigue un patrón bastante consistente. Me levanto entre las 3 y las 4 de la mañana y hago una tetera. En los meses fríos enciendo la chimenea y me siento ahí a escribir. Cuando hace mejor tiempo, voy al porche de atrás. Vivimos en la linde de unos cuantos cientos de acres de bosque de pino, y es agradable tener los árboles y los pájaros y los animales ahí fuera, en la oscuridad, mientras trabajo.
Hago los primeros borradores a mano, escribiendo con una estilográfica en cuadernos en blanco. Me gusta tener libertad de las restricciones de la maquinaria, y parece que escribo más y más rápido así que con el ordenador. Además, así consigo un verdadero primer borrador. Como casi todo el mundo, cuando escribo en el ordenador no dejo de ir adelante y atrás; para cuando imprimo un primer “borrador”, lo cierto es que está bastante editado… No hay electricidad en el porche, así que escribo entre dos candiles – creando historias sobre el futuro lejano usando herramientas medievales.
Gran parte de este montaje es necesidad, pero de todos modos no dura mucho rato:
Cuando he acabado unas 500 palabras lo dejo, y me retiro al estudio de verdad, que es un laberinto de equipo informático y de oficina, atestado de libros.
Tiene un despacho de verdad, pero escribe en otro sitio para poner su creatividad en marcha. Hay que notar que empezó a escribir así solo tras haber publicado varios libros.
Esto es lo que estás pensando:
«Si tuviera ese material.»
«Si tuviera lienzos mejores.»
«Si fuera rico.»
Así vas a fallar. El éxito en creatividad es coger lo que tienes y elevarte sobre ello. Ese ello concreto no importa, solo tendrás éxito si vas más allá. Quizá Picasso tuvo buenos pinceles, pero tuvo que trascender toda una manera de pintar, y eso es lo que le hizo grande, no la pintura en sí. Si lo material fuera importante, no compraríamos reproducciones.
Stephen King nos dice en Mientras escribo (una de sus mejores obras, en la vida):
Durante años soñé con tener esa clase de escritorio masivo, en roble, de los que dominan toda la habitación…. En 1981 conseguí el que quería y lo coloqué en medio de un espacioso estudio, bajo una claraboya. Durante 6 años me senté tras ese escritorio, borracho o colocado del todo. Un año o dos tras conseguir estar sobrio, me deshice de esa monstruosidad y me hice con otro escritorio – hecho a mano, precioso, y la mitad de grande que el escritorio T. Rex. Lo puse en el extremo oeste del despacho, en una esquina. Ahí me siento ahora, un hombre de 53 años, con mala vista, una pierna lisiada y sin resaca… Empieza así: pones el escritorio en la esquina, y cada vez que te sientas a escribir, recuerdas por qué no está en medio de la habitación. La vida no es un sistema de apoyo para el arte. Es al revés.
2. No empezar.
Un consejo muy común es “simplemente empieza” / no lo postergues, etc. Dejadme explicar por qué es una necesidad cognitiva.
No importa cómo de bien planifiques algo – repases los detalles, consigas materiales, etc – no puede tener en cuenta todo lo que puede ocurrir. Intenta imaginarte acostándote con Rosario Dawson; y ahora intenta acostarte de verdad con ella. Lo primero es masturbación, lo segundo es un asunto muy complejo, pero seguramente compense de sobras.
Cada idea creativa es un diálogo entre tú y tú mismo (masturbación); cada acto creativo es un diálogo entre tú y la realidad (sexo). No puedes saber qué hará la otra mitad del diálogo hasta que lo comienzas.
La realidad puede tener muchas formas: la luz del monitor del ordenador, la necesidad de que la gran frase esté rodeada de palabras menos inspiradas. El hambre, la necesidad de orinar, la fatiga, el dolor de cabeza por las resacas. La incesante duda de uno mismo que lo oscurece todo. No puedes prepararte para eso, salvo mediante la acción. No quiero decir que estas cosas son necesariamente obstáculos – no son cosas que vayan a detenerte necesariamente – pero si vas a tener éxito no puedes evitarlas, tienes que atravesarlas.
O puedes simplemente volver a masturbarte.
3. “¡Necesito paz y tranquilidad!”
No exactamente.
En aeropuertos, bares, donde sea, me distraen constantemente, a menudo las mujeres, a veces los majaras. Sin embargo, consigo escribir un montón porque por lo visto asusto a mujeres y lunáticos, con lo que rara vez me interrumpen. La paz y la tranquilidad están bien, pero si cada 30 minutos se interrumpe la paz porque suena el teléfono o tu chica te pregunta si has hecho este o aquel recado (especialmente si trabajas en casa que, como todos saben, no es trabajar de verdad), no conseguirás hacer nada. Los padres les dicen a sus hijos que apaguen la radio para que puedan estudiar mejor, pero el mero hecho de decirles que lo hagan distrae más que dos horas de radio comercial. Y a veces, claro, te interrumpes tú solo (voy a mirar el email).
Este es, seguramente, el mayor obstáculo para crear. La creatividad coge su inspiración de todas partes, pero trabajar en la creación requiere concentración, y un foco mental muy definido. Las interrupciones bloquean esto. Imaginad, de nuevo, que estáis acostándoos con Rosario Dawson, y vuestra pareja os interrumpe para preguntar si habéis comprado jamón. En serio, ¿cómo se supone que uno va a trabajar así?
En serio, ¿cómo se concentra uno?
4. 90/10
Puedes hacer el 90% de algo y pasar años tratando de acabar el 10% restante, o no acabarlo nunca. ¿Cómo llevas esa novela? Apuesto a que casi la has acabado. Como siempre.
Es el mismo proceso operativo que en una relación. Esas relaciones que parece que nunca dan el siguiente paso “natural” (ir a vivir juntos, casarse, hijos, lo que sea). O esas miradas furtivas en un bar que nunca acaban en un acercamiento.
Todas estas cosas son lo mismo: defensas. De modo abstracto, son el miedo a terminar. No terminar significa que el final está abierto, que puede pasar cualquier cosa. Y tu identidad sigue intacta: “Soy un escritor.”
Para ser más exactos (y bizantinos), estas defensas son una forma de duda, no acerca del éxito al realizar la acción (lo cual está bajo tu control) – escribir el libro, pedirle a la chica que salga contigo, – sino dudas acerca de si podrás manejar las consecuencias que no puedes controlar – si el editor publicará o no la novela. Si podrás manejar la relación (o llegar a la unidad de quemados).
5. Decide que vas a acabar
Es evidente que no soy escritor. Cada entrada me lleva horas para escribirla, a menudo distribuidas en varios días. Reviso continuamente y el resultado todavía es – bueno, este resultado. Sin embargo, en algún momento tengo que vencer mi poderoso deseo de revisar lo escrito (y otra vez y otra vez) y pulsar el botón de publicar.
Primero, aunque cada revisión tarda más o menos lo mismo, la mejora en cada revisión rápidamente se hace imperceptible. Segundo, a no ser que pulse publicar, ninguna de las revisiones vale para nada.
Tengo que decidir que está acabado. Leed de nuevo: esta entrada no está acabada, tengo que decidir que lo está. Los actos creativos requieren una decisión para acabar (e.g., el sexo con Rosario), o si no pueden seguir para siempre (ojalá, supongo).
Algunas creaciones, como una novela, son tan grandes que no te das cuenta de que estás evitando el acabarlas. Así que coge los proyectos grandes y trocéalos en trozos pequeños, cada uno de los cuales tiene un fin definido que existe en la realidad.
Ejemplo: no escribas la novela, bloguea los capítulos. A Dickens le funcionó. A Dumas le funcionó. En el momento en que el primer capítulo salga a la luz, la relación que tienes con la historia habrá cambiado. No sólo por el feedback, sino porque averiguarás cuánto de la novela tenías realmente dentro de ti. Si es realmente una novela o sólo una idea. Si la novela es un trabajo derivado de algún otro.
Si te da miedo el feedback de los demás, quita los comentarios. Lo importante es hacer algo en la realidad, no en teoría. Puedes postergar un solo punto de destino (acabar un capítulo), pero es muy difícil evitar múltiples puntos de destino, a intervalos regulares.
Lo mismo pasa con perder peso: “Perderé 5 kilos para Reyes” – es fácil hacerse trampas con las metas y decirse: “bueno, compensaré la semana que viene.” En vez de eso, prueba a hacerte una foto en bañador / bikini y ponla en la nevera. O en un blog. O mándamela por email. Obliga a esa idea – tu meta de perder peso – a confrontarse con la realidad regularmente, repetidamente, y no sólo una vez (al llegar la fecha límite). Puedes decirme que esto no funcionaría, pero si esto iba a fallar, no ibas a tener éxito de todas maneras.
Feliz Año Nuevo. Se os acaba el tiempo.
Time’s running out. Otra cita buena que tiene que ver: hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.
No soy de los de dejar comentarios de «cuanta razón» y punto, pero haré una excepción en este caso.
Bueno… mejor no. Voy a explayarme un poco más.
A principios de sigo comencé una novela (después de darle cientos de vueltas) Cosa de un año después, y con la «introducción» (algo más de cien páginas) escrita, cometí el error de volver al inicio y revisarlo todo.
Aún sigue en mi disco duro esperando a ser reescrita desde cero.
Tiempo después comenzaría con mi blog. Entradas cortas mezcladas con relatos (individuales o entrelazados)
La decisión fue no mirar atrás. Una intención que no siempre puedo cumplir, pero se intenta (como he podido ser capaz de escribir, y subir, esas atrocidades linguisticas) así que evolucionó a «No (re)editar» lo ya subido. Haberlo pensado antes de publicar. Lo hecho, hecho esta.
Seiscientas páginas después, aquí sigo, con dos pseudonovelas subidas y mucha morralla, ideas sueltas y datos biográficos, reseñas diversas y filosofadas varias.
Hay que lanzase. Punto. A base de dudar acabamos por no tomar decisiones. Nunca vamos a estar contentos con lo que hemos escrito, pero tenemos que confiar en que… bueno, no es «tan» malo.