
Ha vivido muchas cosas, si lo piensas. En 98 años pasan muchas cosas. Ha vivido una monarquía, las dos repúblicas, la guerra civil española, dos guerras mundiales, la guerra fría, la dictadura de Franco, la transición a la democracia, la caída de los bloques, la llegada del hombre a la Luna, la aparición del teléfono (en España al menos), la radio, la TV, y como pasamos de ser un país de campesinos a uno, fundamentalmente, de putas y camareros. Son muchas cosas. Ha vivido el siglo más frenético, cambiante y decisivo de nuestra historia, casi entero. Y cuando tienes 98 años no queda nada del mundo en el que viviste. Todas las personas que él conoció en su pueblo han muerto hace mucho. En el hogar del pensionista él podría ser el padre de la mayoría de los que van allí. El mundo es, desde hace ya, un lugar extraño para él, sin las señales y cosas que lo hacían familiar.
Nunca tuve, en realidad, mucho en común con mi abuelo, aparte de lo que la genética nos haya dado. Mi abuelo es, como mucha gente de su época, alguien que se fue de la escuela muy joven, con 8 años quizá, para ponerse a currar. Curró y curró toda su vida, perdió a su mujer pronto, porque en este país un derrame cerebral era mucho más que en otros países en los años 60, se creyó todo lo que le dijeron desde el gobierno y desde la Iglesia y nunca se metió en líos, así que pensaba que la dictadura fue una Utopía, porque en su pueblo nunca pasó nada malo y no tuvieron demasiadas estrecheces. Nunca tuvo mucha curiosidad intelectual por aprender, o por leer (hasta que la vista le falló del todo y tuvo que dejar de hacerlo) otra cosa que no fueran westerns de Marcial Lafuente Estefanía, de esos que Bruguera vendía a duro. Muchas veces se asombraba de verme leer constantemente, y me decía que tanto leer me iba a dejar tonto. Nunca llegó a entender la carrera que elegí, ni a qué me dedicaba. Desde hacía mucho tiempo, su mayor preocupación era comer a su hora y darse sus paseos.
Pero pese a todo, mi abuelo me crió, junto con mis padres. Mi abuelo ha estado ahí todo el tiempo que he vivido en mi Granada, y nos ha querido sin reservas, ni medida, ni condiciones. Mucho, muchísimo. Mi abuelo me contaba, hasta estas Navidades, una y otra vez, de lo orgulloso que se sentía cuando me sacaba a dar una vuelta, muy de pequeño, y yo reconocía a todos los políticos de las elecciones del 82, en sus pancartas y carteles. Mi abuelo me llevaba al campus de Fuentenueva, y se sentía feliz de verme correr y revolcarme por el césped. Yo apenas lo recuerdo, pero él sí lo recordaba. En verano, cuando la noche refrescaba, mi abuelo nos sentaba con él a mi hermano y a mí y nos contaba historias de cómo vivió la Guerra Civil. Mi padre, comunista de toda la vida, se enfadaba mucho con él: cuando mi abuelo hablaba del comunismo, no sabía muy bien de qué hablaba. Sólo sabía que eran los malos, que te quitaban tus cosas, y todas las estupideces que le dijeron desde la propaganda del régimen. Pero él nos contaba de cuando los nacionales bombardearon Almería y tuvo que salir del hotel en ropa interior, y le reclutaron los republicanos a la fuerza (la ironía). De cómo se libró de ir a la batalla del Ebro echándose ceniza en los ojos, para no pasar el control médico. Del frío y el hambre que pasó en Huesca, y de aquella vez que encontró a dos moros de su regimiento asando ratas para comer y se fue corriendo por las náuseas. De lo contento que estaba porque en toda la guerra sólo pegó dos tiros al aire y nunca tuvo que hacerle daño a nadie.
Todo eso se está yendo. La última vez que vi a mi abuelo fue en Nochebuena. Le costaba mucho, muchísimo andar, casi ni veía ni oía, pero aún salía a pasear (con ayuda de mi padre) si no llovía o hacía muy malo. Nos conocía, y se alegraba de vernos, y decía que llegaría a los 100.Mi hermano le dejó 10 euros, y él decía que invitaría a cañas a mis padres cuando hiciera mejor tiempo.
Yo volví a Barcelona el 25 por la noche. Para Nochevieja, mi abuelo ya no podía salir de casa, porque las piernas le fallan. Anoche hablé con mi madre, porque mi abuelo está alucinando. No sabe dónde está, y cree que alguien se va a llevar el coche, no sé qué coche es. Cree que está en el pueblo, y a veces cree que le van a abandonar en Baza, no sé por qué. Piensa que se han mudado a un piso nuevo, quizá al primer piso de alquiler en el que vivíamos cuando yo nací.
No me hago ilusiones. No hay vuelta del camino que mi abuelo ha emprendido, ni mejora posible. Sé demasiado y he experimentado lo suficiente en mi trabajo para saber que, en poco tiempo, aunque el cuerpo de mi abuelo se aferre a la vida, él no estará ahí. No creo en el alma, ni en estupideces por el estilo. Nosotros somos nuestro cuerpo y nuestro cerebro, y cuando éste se descompone nuestro yo y nuestra identidad son destruidos. No habrá nadie ahí cuando yo vuelva a verle, si es que llego a verle. No sé si andará este camino deprisa o despacio. No sabe dónde está, está asustado. Deseo que tarde poco, muy poco en recorrerlo.
Así que ahora pienso en él, y pienso que es la hora de despedirme de él. Y me siento triste, porque es mi abuelo, y la gente a la que quieres no debería morir jamás, y menos así. Me siento triste porque habría querido que mi abuelo hubiera muerto durmiendo tras pasar un buen día, y pensando en irse a jugar a las cartas y tomarse un vino al hogar del pensionista con aquella gente que podrían, en su mayoría, ser sus hijos. No ir deshaciéndose y pasando desorientación y miedo. Hoy he hablado con mi hermano por teléfono, y él estaba llorando porque recordaba esos 10 euros que ahora mi abuelo no podrá gastar en invitar a mis padres. No había ni hay nada que pueda decirle para calmar su dolor.
Pero por otro lado me siento contento, porque durante 26 años lo tuve a mi lado todos los días, y pude disfrutar de él, y de que me quisiera, y pude quererlo a él. Y el resto de los años desde que me fui de casa siempre nos alegramos de vernos, y siempre tuvimos cariño el uno para el otro. Y me siento contento porque él ha podido vivir con buena salud muchos más años que el resto, y le gustaba vivir y no tenía prisa por irse. Tuvo una vida más larga que la de muchos, pero todos pasamos por caja.
Al fin, Dama Estrella de la Tarde, la más hermosa de este mundo y la más amada, mi mundo empieza ahora a desvanecerse. Y bien: hemos recogido y hemos gastado, y ahora se aproxima el momento de pagar.
J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos, Apéndice
Adiós, abuelo. Te quiero mucho.
:***
Ha tenido una vida larga y plena. Olé por él.
Un abrazo de oso, corazón.
Un abrazo fuerte, guapo.
COmo dice Molécula, y como muy bien dices tú, ha tenido una vida que ha disfrutado, y tú has podido disfrutar buena parte de ella. Y eso es lo mejor que hay. Un abrazo fuerte.
Lo siento tío. +1 a lo que dicen molecula y tindriel
Para esta ocasión, recomiendo los efectos terapéuticos de las Coplas de Manrique. Un abrazo solidario-literario.
Como no se me ocurre nada bonito ni apropiado, te diré que te quiero y ya está.
«Pues aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas,
aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues encontraremos
fuerza en el recuerdo,
en aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre…»
Aunque sea una pena que gente como tu abuelo (de los cuales deberíamos aprender mucho)pierdan la memoria, al menos sabes que ha tenido una vida plena. Ya es cosa tuya que lo que él te enseñó no se pierda. Yo lo hago con lo que me enseñaron mis abuelos.
Siempre os quedarán sus historias y los momentos que pasásteis con él. Y saber todo lo que ha tenido oportunidad de vivir y disfrutar 🙂
Un abrazo y ánimo.
Dos de mis abuelos murieron tras pasar varios años demenciados, sin ser siquiera sonbra de lo que fueron, y la verdad, prefiero recordarlos como eran antes e intentar borrar esos ultimos años de mi memoria.
Un abrazo y ánimo, cielo. Ya sabes donde estoy si me necesitas 🙂
🙁
La muerte es algo que yo no soy capaz de aceptar. La de los demás, no la mía que, a lo mejor porque soy joven, pero es algo que entiendo y no le veo problemas. A lo mejor es porque ya he perdido a más gente de la que debería con mi edad. Pero el caso es que no soy capaz de aceptar la muerte. La entiendo perfectamente. Sé como funciona. Pero no la acetpo.
Así que no puedo decirte nada que no sepas. Sólo me ofrezco para mandarte un abrazo y, cuando quieras, tomarnos unas cervezas en honor de tu abuelo.
Lo que yo daría por haber sido merecedora de tanto cariño como tu abuelo y que alguna vez alguien hable así de mí. Felicidades por esos años felices que habeis compartido, y un beso muy muy grande.
Mi abuelo también peleó con los Republicanos a la fuerza. Y tantas cosas de las que dices las podría decir yo…
Sólo espero que los dos se vayan como merecen, In a Blaze of Glory. Y si no puede ser así, me lo imaginaré yéndose en el horizonte, mientras el sol se pone… Los espantajos que dejan detrás no son ellos.
Que sepas, Capi, que eso que dices es Klingon puro.
Una pena que no sepas de lo que hablo, porque no le dedicas tiempo a lo que hay que dedicárselo, sigh.
Bueno, en tanto Star Trek es cronológicamente anterior al heavy metal, se podría decir adecuadamente que los heavies son klingons, y no al revés.
Muchas gracias a todos. Me encuentro bien, y mis padres lo llevan bien. Sólo queda esperar.
:*
Yo perdí a mis abuelos muy pronto, a los 11 años y a uno ni siquiera lo conocí, no disfruté de ellos en mi adolescencia ni aproveche sus vivencias. Eres muy afortunado por esos 26 años junto a el. Un fuerte abrazo.